Los ingredientes de la buena ciudadanía activa

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 “Si no sabes a dónde vascualquier camino te llevará allí”   Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll  

 

 “Un maestro puede utilizar tres formas de persuasión: ethos, dirigido al carácter; pathos, dirigido a la emoción y  logos, dirigido a la capacidad de razonamiento”.  Retórica, Aristóteles.

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Gustavo Coronel *
Análisis Libre

 

Todos podemos responder de manera razonablemente adecuada cuando nos preguntan en que consiste la buena ciudadanía activa. Decimos que un buen ciudadano activo es aquel quien cumple con sus deberes como miembro integrante de la sociedad, aquel quien procura ayudar al progreso de la comunidad en la cual vive, conoce sus derechos y los exige y sus obligaciones y las cumple. El concepto pleno de buena ciudadanía incluye dos dimensiones igualmente importantes: una,  acatar las reglas del vivir en sociedad. Otra, actuar con decisión para que esas reglas se respeten universalmente y para que la comunidad prospere.  

Esto significa que el ejercicio integral de la buena ciudadanía incluye un importante  componente participativo. Si un habitante respeta las leyes de tránsito, no ensucia las áreas comunes, participa de manera ordenada en los eventos electorales, no se lleva para su casa el papel higiénico que colocan en los baños públicos, podremos decir de él que es un buen ciudadano porque no hace nada malo. Sin embargo, – a fin de prosperar –  las sociedades requieren que los ciudadanos vayan más allá, a tomar parte activa en el mejoramiento de las comunidades en las cuales viven, convirtiéndose en motores del progreso.  

 

El buen ciudadano activo  

¿Qué clase de persona es el buen ciudadano activo? ¿Cómo ha llegado a serlo? ¿Es algo que se trae desde el nacimiento o es el producto de la educación recibida de los padres y maestros? ¿Puede un buen ciudadano activo ser formado por el ejemplo de los otros miembros de la comunidad?  

En un capítulo anterior hemos hablado sobre la visita de Alexis De Tocqueville a Estados Unidos y de como él hablaba de la existencia de “hábitos del corazón” o costumbres como claves del éxito social estadounidense, refiriéndose esencialmente a tres actitudes colectivas: la solidez del núcleo familiar, la iglesia como corazón de la comunidad y la alta participación de los individuos en actividades colectivas. Estas actitudes, agregaba De Tocqueville, promovían en la sociedad altos niveles de confianza interpersonal e interinstitucional.  

Estos “hábitos del corazón” no son congénitos sino el producto de una tradición social basada en principios/valores éticos fundamentales. Una lista de estos valores esenciales que conducen a la buena ciudadanía activa es la dada por el Instituto Ético Josephson bajo el nombre de “Los seis pilares del carácter”

  • Confiabilidad: cuan digna de confianza es la persona, una reputación ganada en base su honestidad, integridad, lealtad y firmeza en el cumplimiento de sus promesas
  • Respeto: la actitud de tolerancia frente a la diversidad, la dignidad y la cortesía en el trato con los semejantes  
  • Responsabilidad: la disposición para la rendición de cuentas, la transparencia y la búsqueda de la excelencia  
  • Compasión: la consideración por otros, la empatía, la amabilidad, la gratitud y el amor  
  • Justicia: La búsqueda de la equidad, la imparcialidad, la consistencia en nuestros juicios, el apego al estado de derecho, la creencia en la  igualdad ante la ley  
  • Virtud cívica y ciudadana: el respeto a la ley, el espíritu de servicio comunitario, la protección del ambiente  

Por supuesto, es poco probable que alguien llegue a poseer todas estas cualidades en pleno. Esta lista representa el ideal al cual aspira la persona de bien y es también un modelo en base al cual tendemos a juzgar a nuestros semejantes.  

El buen ciudadano activo nace ¿o es formado?  

Todo ser humano nace con ciertas características integrantes de su personalidad. Estas características forman el temperamento, el cual se expresa desde los días iniciales de la vida, por la vía de la emoción. El temperamento, se dice, puede ser de dos tipos: irritable/colérico o relajado/flemático. En el bebé estas actitudes son aparentes durante sus períodos de alimentación. El bebé irritable es generalmente impredecible en lo que concierne a su momento de alimentación mientras que el bebé relajado se adecua a un itinerario más o menos regular pero muestra flexibilidad y se mantiene generalmente plácido. A medida que la persona crece tiende a conservar ese temperamento inicial, es decir, el bebé irritable se convierte en un adulto colérico y el bebé plácido en adulto tranquilo. Los estudios de mellizos idénticos, aun aquellos que son separados  desde sus primeros meses de vida, indica que los temperamentos de  ambos mellizos serán similares, altamente influenciados por la genética. Sin embargo, siempre habrá campo para diferencias actitudinales generadas por crecer en ambientes diferentes.  

Algo diferente al temperamento es el carácter, integrado por el grupo de valores y principios en base al cual un individuo rige su vida. El temperamento se relaciona con la manera como reaccionamos fisiológicamente ante los estímulos del mundo que nos rodea. El carácter se relaciona con  la manera como reaccionamos  intelectualmente  ante esos estímulos. Individuos de diferentes temperamentos, flemático o colérico, pueden regir sus vidas por los mismos principios. Mientras el temperamento es esencialmente genético el carácter puede ser formado mediante la inter-relación del individuo con la sociedad.  

 Esto le da a la educación ciudadana un papel fundamental en la formación del carácter y, por ende, de los buenos ciudadanos activos.  Proverbios como “árbol que nace torcido nunca su rama endereza”, “El que nace barrigón ni que lo fajen chiquito”,  “perro que come manteca mete la lengua en “tapara”, “la cabra tira al monte”,  pueden ser aplicables al campo del temperamento pero no realmente al campo del carácter.  

Carácter y calidad ciudadana  

Al establecerse que la formación del carácter obedece menos a la genética que a la educación, resulta evidente que existe una estrecha relación entre  los procesos formativos  o educación del carácter y la calidad ciudadana, es decir, la manera como el individuo se comporta en sociedad.  

Cuando decimos que el objetivo primario de la educación ciudadana es la formación del carácter, ¿a qué nos referimos?  

 El carácter es un concepto complejo, debatido incesantemente por los educadores, pero en su esencia tiene que ver con la manera como un individuo decide en su fuero interno aplicar las reglas sociales que forman la base de su cultura particular. Puede decidir, por ejemplo, ser honesto, generoso y compasivo, influenciado por personas que considera dignas de imitación. Por lo tanto puede decirse que la educación del carácter tiene que ver con toda actividad orientada a generar en el individuo aquellas actitudes que se consideran deseables para que pueda hacer su mayor aporte positivo al bienestar de la sociedad en la cual vive y al bienestar de la humanidad de la cual forma parte. La sociedad en la cual uno vive es apenas un fragmento de una realidad de mayor dimensión, de rango planetario, por lo cual  ser buen ciudadano activo no solo se refiere a nuestra obligación con la sociedad en la cual vivimos sino con planeta que nos aloja a todos.  

Educar para la vida buena y la buena ciudadanía activa  

La educación del carácter, en su acepción aristotélica, tiene que ver  con la búsqueda de la vida buena. En las palabras del educador, James Arthur, “no está restringida al cultivo de las virtudes morales e intelectuales pero ampliada para incluir la búsqueda de una vida plena y con sentido”, ver “The Formation of Character in Education, from Aristotles to the XXI century”, Londres, 2020.  

Ese proceso de formación, se añade, no debe ser pasivo o simplemente prescriptivo sino predominantemente  interactivo, a la manera del diálogo acostumbrado por los antiguos filósofos griegos.   

En el mismo libro de Arthur arriba citado se dice que: “El florecer del ser humano es el objetivo de la vida. No solo significa ser feliz sino realizar nuestro potencial. Ayudar a cada quien a florecer es el propósito fundamental de la educación del carácter, ayudar a la adquisición de virtudes cívicas, intelectuales y morales… necesarias para realizar nuestro mayor potencial en la vida”. Y se agrega: “El estudiante requiere desarrollar un compromiso de servicio. El desarrollo del carácter involucra el respeto por los demás además del respeto y el cuidado de sí mismo… La educación del carácter incluye todas las actividades que ayudan a los jóvenes a desarrollar las fortalezas personales llamadas virtudes”.  

Virtudes cívicas y virtudes  

El carácter se va formando en base a la imitación de modelos admirados por la persona, generalmente los padres, los maestros o amigos tempranos. Según el documento del Instituto Josephson arriba citado, el carácter se forma como producto de un contagio emocional del individuo con modelos dignos de su admiración, por lo cual el hogar y la escuela son los centros fundamentales en los cuales se lleva a cabo esa formación.  

Al ser educable el carácter puede irse formando, las virtudes que lo caracterizan pueden ser enseñadas y pueden llegar a convertirse en una segunda naturaleza, en parte indivisible de la personalidad. Esto debe ser el supremo objetivo de una  educación ciudadana de calidad.  

¿Cuáles son estas virtudes que pueden ser enseñadas? Son esencialmente de dos tipos: virtudes cívicas y virtudes morales.  

Las virtudes cívicas son aquellas que hacen del individuo un buen ciudadano activo y responsable, un contribuyente al bien común. Civilidad, actitud de buen vecino, solidaridad social, espíritu de servicio, voluntariado, generosidad y disposición para compartir. Las virtudes morales son aquellas que generan en el individuo reacciones en línea con reglas morales universales, es decir: la compasión, la gratitud, la humildad, la integridad, el deseo de justicia, el respeto por el derecho ajeno,  el coraje de defender principios a toda costa, la honestidad.  

Cuando el individuo es formado para la buena ciudadanía activa desarrollará estas virtudes a fin de lograr su realización espiritual y ética. No se sentiría feliz si no pudiera actuar en base a esas virtudes en cada momento de su vida.  

     

En Conclusión  

Si el éxito de una sociedad depende de la calidad ciudadana de sus miembros es lógico suponer que sin una masa crítica de buenos ciudadanos activos será imposible para sociedad alguna lograr la felicidad colectiva. Sin tal masa crítica será posible que algunos miembros o grupos de la sociedad sean felices, se realicen, pero ello casi siempre sucederá a expensas del atraso ciudadano de las mayorías. Lo que ha sucedido en Venezuela en lo que va del siglo XXI es una prueba trágica de sociedad en la cual la buena ciudadanía activa está en clara minoría y, por lo tanto, no ha podido evitar el desastre.    

Todo lo que hemos dicho nos permite concluir que una masa crítica de buenos ciudadanos activos será condición indispensable para lograr un adecuado nivel de progreso y bienestar para Venezuela.  

La creación de esta masa crítica de buenos ciudadanos activos es el reto fundamental, sine qua non,  que tiene nuestro país por delante. Equivale a construir las bases del edificio.   


  •  Del libro «Una fábrica de ciudadanos: Bases para la reconstrucción de Venezuela», Gustavo Coronel (Capítulo 6)

Un comentario sobre “Los ingredientes de la buena ciudadanía activa

  1. Exelente. Pero cuando y por donde comenzar, para recuperar 24 años de perdida de la etica. de la justicia; alienadas por la impunida y manipulacion ciudadana

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