Antonio Maria Delgado el Nuevo Herald
Nicolás Maduro, el heredero de Hugo Chávez acusado de gobernar ilegítimamente a Venezuela, le dio más argumentos a quienes afirman que se robó las elecciones presidenciales de abril al declarar públicamente que el voto no es secreto en el país petrolero.
El comentario es visto como una torpeza política de grandes proporciones ya que Maduro trata de convencer a la comunidad internacional de que ganó limpiamente unos comicios que están siendo impugnados por la oposición.
La admisión —hecha por Maduro como un burdo acto de coerción dirigida a los desertores del chavismo— acentúa las ya extensas dudas sobre la confiabilidad del sistema electoral venezolano, largamente denunciado por líderes de la oposición como una máquina diseñada por la Revolución Bolivariana para cometer fraude “en cámara lenta”.
Pero esos cuestionamientos no parecían estar en la mente del líder revolucionario cuando formuló la revelación el jueves por la noche durante un evento realizado en el estado Barinas.
“900,000 compatriotas, 900,000, ya los tenemos, cédula de identidad y todo”, declaró Maduro en forma de amenaza, dejando correr largos espacios de tiempo y con una sonrisa burlona para que se entendiera su mensaje.
“Y eso significó que la brecha fuera más corta”, agregó Maduro refiriéndose a la ventaja de sólo 1.5 puntos porcentuales que según el chavista Consejo Nacional Electoral le otorgó a él la victoria sobre el opositor Henrique Capriles.