William Cárdenas Rubio-Vargas
analisislibre.org / Madrid
Lo de ayer en Venezuela puede pasar a la historia política de los pueblos americanos como un hecho inédito, cuyo análisis requiere exigentes esfuerzos que no sólo tomen en cuenta los postulados de la ciencia política, si no otros aspectos de la experiencia de la vida cotidiana.
En primer lugar hay que dejar claro que no hubo golpe de estado, entre otras cosas porque Juan Guaidó es el Jefe legítimo del Estado venezolano y mal puede el mismo dar un golpe de estado. Lo que ha ocurrido es un movimiento más en su tablero de ajedrez, para frenar la usurpación de las funciones de presidente de la República, que desde el 10 de enero pasado viene ejerciendo Nicolás Maduro, a quien no le correspondía la toma de posesión de dicho cargo.
La Constitución venezolana es muy clara y en su artículo 233 define que es el Presidente de la Asamblea Nacional, el llamado a cubrir el vacío de poder que se produjo ese 10 de enero, al no existir un presidente electo que pudiera ocupar la alta magistratura. En ese caso, otorga al Presidente de la Asamblea, es decir a Juan Guaidó Márquez, encargarse de tales funciones para convocar a nuevas elecciones.
Siendo así, porque lo marca la propia Constitución Bolivariana, lo que ocurrió ayer se entiende mejor. Y el balance de los hechos arroja un saldo muy positivo para Guaidó.
En primer lugar porque logró liberar a Leopoldo López, el líder de su partido Voluntad Popular, de su injusto confinamiento. López irrumpe de nuevo en la escena política para coadyuvar a solucionar la crisis venezolana, y logra ponerse a resguardo en la residencia del embajador de España en Caracas.
En segundo lugar, el movimiento de Guaidó ha dejado muy claro, ahora con un choque en el propio corazón de Caracas, que las Fuerzas Armadas no representan un bloque monolítico a favor de Nicolás Maduro. Muchos efectivos de cuerpos de seguridad y de la Guardía Nacional Bolivariana acompañaron a Guaidó y a López, incluso los carceleros de este último colaboraron en su liberación.
En tercer lugar, que Guaidó logró movilizar a parte de la población venezolana en torno a su figura y a la lucha por la conquista de la libertad y la democracia perdidas.
Y por otro lado, si bien es cierto que ningún factor importante del Ejército, la Armada o la Aviación, mostró su respaldo a lo que ocurría, tampoco salieron en defensa del régimen, lo que nos indica que este apoyo durará sólo hasta que llegue el punto de quiebre, en el que sus componentes serán los grandes y definitivos protagonistas.
Este es el segundo gran asalto que Guaidó. en su novedosa y serena estrategia, le gana a Nicolás Maduro. El primero fue el 23 de febrero, en el que si bien es cierto, no pudo ingresar la ayuda humanitaria, lo realmente importante en este tablero fue que el mundo entero se dio por enterado de lo que ocurre en Venezuela, y lo que es peor, evidenció el ataque de los grupos para militares llamados “colectivos”, asaltando y quemando los camiones que la transportaban. El mundo lo vio y reprobó. Y finalmente, que a partir de entonces el pueblo tomó las calles siguiéndole y atendiendo de manera masiva todas sus convocatorias por todo lo largo y ancho del país, que se recorre con absoluta libertad, como corresponde al jefe de estado legítimamente reconocido por sus compatriotas.
Ahora, en esta estrategia lenta pero demoledora, Guaidó le propina esta segunda derrota liberando a Leopoldo López, con sus propios cuerpos de seguridad, con un movimiento que nos hace recordar al célebre Mohamed Alí de sus mejores tiempos, con Guaidó, desplazándose por toda Venezuela, poniendo en práctica aquello de “Vuela como una mariposa y pica como una avispa”. A estas alturas, no podemos dudar en decir que Nicolás Maduro se tambalea, mientras su rival se desplaza por el “cuadrilátero”, avanzando y retrocediendo, hasta esperar el momento de asestar el golpe definitivo.
A esto, los analistas de la Ciencia Política no estamos acostumbrados. Lo tradicional en un conflicto de estas características, es ver un desenlace rápido y eficaz a favor de de alguna de las partes. Pero, obviamente, estamos ante algo diferente. Hay una estrategia a corto, mediano y largo plazo. Guaidó lo ha dicho muy claro, primero el cese de la usurpación, para poder avanzar. Luego vendrán, gobierno de transición, y una vez recuperadas las instituciones, que garanticen la celebración de unas elecciones claras y transparentes, la elección del nuevo jefe de estado.
La Comunidad Internacional, que nos ha acompañado debe entenderlo así. Ha contribuido generosamente con la aplicación de sanciones en esta estrategia, que también se asemeja a esa faena campera española del “Acoso y Derribo”. Todo va bien, no hay que desesperarse es cuestión de temple y de tiempo. Maduro se tambalea y no tardará en caer.