El General (r) Marcos Pérez Jiménez en su conversación con José Emilio Castellanos , . Resumen de la extensa conversación del periodista José Emilio Castellanos con el ex-dictador de Venezuela Marcos Pérez Jiménez, donde el ex hombre fuerte de la década de los cincuenta manifestó que le parecía una aberración que la suerte de su país se estuviese debatiendo entre un militar y una reina de belleza, refiriéndose a los candidatos presidenciales para las eleciones de 1988. También habló de sus enfrentamientos con Estados Unidos, sus diferencias con el Departamento de Estado y su cercanía con el Pentágono. «No asesiné a Delgado, pero a Urbina si lo mandé a matar yó…», afirmó en la entrevista. «Mi madre, que nació en Colombia, vino a Michelena (Táchira) a fundar un colegio de mujeres, y se casaron, mi padre que ya tenía más de 60 años y mi madre que tenía cerca de 40». . .
Por Jose Emilio Castellanos
La Moraleja, Madrid, España
Marcos Evangelista, el general que gobernó con mano dura a Venezuela durante una década, tomó el nostálgico aire de un «abuelo» que sabe que su final está cerca. A mitad de nuestra entrevista de ocho horas, registrada en abril de 1998, sintió algo así como la necesidad de hacer algunas revelaciones fuera de su trillado discurso a la prensa. Hablamos de su infancia -su madre había nacido en Colombia-, y más adelante, al referirnos a Rafael Simón Urbina, su revelación sonó como una explosión: «A ese gran carajo sí mandé a matarlo yo…». Encendimos de nuevo la grabadora, y explicó sus razones.
En otro instante largó una carcajada tras un mexicanismo para referirse a la muerte de John Fitzgerald y Robert: «A los Kennedy les dieron en la mera torre; me ahorré unos churupos, porque hubiera dado lo que fuese por la eliminación física de John Fitzgerald…».
Le pregunté si podría darle copia de estas declaraciones a alguna biblioteca, para uso académico, y dijo que no tenía que arrepentirse de nada de lo que decía, que no esperaba morirse aún («estoy reposando aquí… ahora, morirme todavía no quiero morirme») pero que estaba lleno de males de salud -acababa de regresar de un chequeo médico. Tuve que apagar la grabadora, porque la lista de sus males se hacía larga.
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La conversación se había iniciado a raíz de unas copias en mi poder sobre los encuentros de los presidentes Isais Medina Angarita y Rómulo Gallegos con Franklin Delano Roosevelt y Harry S. Truman, documentos que reposan en el Archivo Nacional de Estados Unidos, donde se dejaba en claro que en algún momento Pérez Jiménez fue seguido por las embajadas estadounideneses para detectar el objetivo de sus giras por algunos países de América Latina, visitando a militares y dictadores antes de él ejercer el poder, hecho que admitió.
Unos papeles demostraban cómo el presidente Harry Truman se oponía a reconocer a los golpistas del 48, al extremo de mantener las relaciones con el «rebelde» embajador Carnevalli, atrincherado en la residencia de Venezuela en Washington después de derrocado Gallegos, mientras un sector del Pentágono y de las petroleras presionaban a favor de los golpistas, en cartas donde se señalaba que Rómulo Betancourt era la bandera del comunismo en América Latina y Rómulo Gallegos era su títere… papeles para la historia.
Recordamos la muerte a tiros de Rafael Simón Urbina y su presunto intentó de suicidio dentro de la Embajada de Nicaragua, luego del asesinato del presidente de la Junta, Coronel Carlos Delgado Chalbaud, hecho registrado el 13 de noviembre de 1950, y de la nota que Urbina le dictara a su esposa María Isabel, dirigida a Pérez Jiménez, donde le expresaba:
«Desde que llegué al país deseé que usted fuera el Presidente, el comandante Delgado Chalbaud está gravemente herido y yo también me encuentro mal herido en la Embajada de Nicaragua, donde le pido protección».
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En tono severo Pérez Jiménez me afirmó: «Yo le dije a Urbina, ¿y quién carajo le dijo a usted que matara a Delgado?, ¿no ve la vaina que nos echó?».
Poco después Urbina moriría de varios disparos mientras era trasladado por una comisión de la Seguridad Nacional.
En relación a otros crímenes que se le imputaron, en tono irónico el general me respondió: «Mire, a mí me han achacado muchas muertes, pero puedo decirle que el asesino de Berruecos no fui yo… Yo no asesiné al mariscal (Antonio José de) Sucre».
Me comentó que desconocía de la capacidad del teniente coronel Hugo Chávez Frías para dirigir al país, y que le parecía una aberración que la población estuviese debatiéndose entre un militar y una reina de belleza.
Al final, tras una sesión de «versos» de su creación, me comentó: «Escribí algunos poemas, pero no me ponga que soy poeta… yo soy un versificador, y más que versificador, soy sonetista… para ser poeta hay que ser exquisito, hacer fantasías, vivir de las fantasías… por eso cayó Gallegos».
Lo demás queda entendido en el desarrollo de la entrevista.
Comienzos en la pobreza
Marcos Pérez Jiménez con sus hermanos
-¿Cómo fue su infancia?
-Dura. Nosotros pertenecimos a una familia muy pobre. El fundador del pueblo de Michelena fue un presbítero tio-abuelo mío. Se fundó Michelena porque vino un terremoto y gran parte de Lobatera fue destruida. Después vino mi padre desde Lobatera donde se casó en primeras nupcias muy joven. Mi padre enviudó. Mi madre, que nació en Colombia, vino a Michelena a fundar un colegio de mujeres, y se casaron, mi padre que ya tenía más de 60 años y mi madre que tenía cerca de 40. Del primer matrimonio, mi padre tuvo ocho hijos, del segundo cinco.
«Cuando nací mi padre tenía casi 70 años. Mi hermano, a quien asesinaron en el Country Club, nació tres años después de mí. Vengo de gente longeva. Cuando mi padre muere, deja muchas deudas, y no había la posibilidad de que pudiéramos estudiar. Muchas veces se comía deficientemente, no había para tener una alimentación completa».
«Cuando murió mi padre, hubo que repartir los pocos bienes entre la primera y la segunda familia, de manera que aquello se volvió nada. Afortunadamente para nosotros, la Botica Alemana, con la cual mi padre tenía una deuda, nos fue donada, y así preservamos la casa en Michelena. Esa casa, con el transcurrir del tiempo, se la apropió el gobierno, porque dizque era una casa mal habida, de los bienes mal habidos que se atribuían después de mi derrocamiento.»
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-¿Y de sus primeros años escolares..?
-Yo quería ir a la Universidad Libre de Bogotá; pero eso ni soñarlo. Me puse a estudiar Ingeniería Mecánica, por correspondencia. Se presentó el hecho de que mi hermano salió de aspirante de una Escuela de Oficiales, y con un año de escuela salieron de subtenientes. Entonces dije: «yo me voy al medio militar». No había cumplido los 17 años que se requerían entonces para ingresar. Hice una vagabundería ahí, agregarme un año más. Entonces dijeron que podía pasar al tercer año, lo que quería decir que podía salir de oficial en dos años, pero el director de la Escuela, el coronel Eulogio Becerra, dijo que estaba muy joven. Estuvo mejor así, porque a los tres meses ya me hicieron comandante del curso de los que venían de primer año. Ahí comenzó la carrera militar.
Marcos Pérez Jiménez con su mamá doña Adela Jiménez de Pérez
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Enfrentamiento con Estados Unidos
–Unos documentos que reposan en el Archivo Histórico en Washington hacen señalamientos sobre una supuesta cruzada librada por usted entre 1945 y 1948, promoviendo en América Latina un sentimiento contrario a Estados Unidos…
-Hasta cierto punto tienen razón, en el sentido de que lo que quería, en ese entonces, era una definición de la política de los Estados Unidos hacia la América Latina que fuese más digna hacia nuestros intereses, y no esa política tibia que pretendieron en distancia mantener a estas naciones como colonias económicas y en un estado de atraso permanente donde fuera más propicio el coloniaje económico.
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-¿En qué momento sintió las primeras presiones de parte del gobierno de Estados Unidos?
-Hubo presiones y hubo halagos. Eisenhower me distinguió con la más alta condecoración de Estados Unidos, que es la Orden del Mérito del Congreso. Ahora bien, yo siempre procuré que las relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos se mantuviesen en un alto plano de dignidad, y no de subordinación. Surgieron varios acontecimientos que hicieron que estas relaciones se fueran agriando un poco.
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«Una de ellas, cuando se produjo una moción restriccionista que iba a pasar en el Congreso de los Estados Unidos, con el propósito de reducir la cuota de adquisición de petróleo que los Estados Unidos le tenían asignada a Venezuela. A ellos les convenía más en ese momento importar petróleo de Arabia Saudita. Entonces me fui al Congreso y manifesté que si nos restringían el mercado de nuestro petróleo al mercado norteño, suprimiría nuestros envíos de hierro a los Estados Unidos. Ante esta acción, desecharon la moción restriccionista y quedó el mercado como estaba anteriormente. Yo sabía que si se suprimían los envíos de hierro, prácticamente se paralizaba la industria siderúrgica de la Costa Atlántica en los Estados Unidos».
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–Desde el momento en que usted tiene el primer contacto con el gobierno, en 1945, hasta su extradición desde Miami a Venezuela, le correspondió actuar coincidiendo con cuatro presidentes de Estados Unidos de América, uno de ellos fue Kennedy…
-Los males que me ocasionó el presidente Kennedy coincidieron también con grandes males para los Estados Unidos. En la guerra en Vietnam, tuvieron que meter efectivos para poder contrarrestar la acción de las tropas de Vietnam del Norte y del Viet Cong, que llegaron a tener más de medio millón de combatientes. Perdieron la guerra de Vietnam, tras gastar más de 200 mil millones de dólares. De los combatientes en Vietnam, salió el primer lote de 400.000 drogadictos, que han sido la base de los 25 millones de drogadictos que tiene Estados Unidos ahora. Todo obra de una torpeza de Kennedy.
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-¿Qué razones cree usted que privaron para que se produjera su extradición desde los Estados Unidos hacia Venezuela, durante el gobierno del presidente Kennedy?
-Yo no sé cual sería el motivo que tuvo John Kennedy. El fue el principal responsable de mi extradición; y Robert Kennedy -cuando fiscal- fue quien tramitó mi extradición. A ambos, como dicen los mexicanos, les dieron por la mera torre, como si una mano providencial hubiera hecho un buen trabajo… Si a mí me hubieran preguntado si quería eliminar a ambos, yo hubiese dicho: «Sí, ¿cuánto hay que pagar?». Y si hubiera estado dentro de mis posibilidades, yo hubiera gastado lo necesario. Pero resulta que a los dos me los eliminaron gratis. Fíjese usted, que me ahorraron unos churupos.
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Dictador atómico
En 1954 el científico venezolano Humberto Fernández Morán decide retormar a su país y entre sus objetivos está el de proponerle la creación de un Centro de Investigaciones Científicas de alto nivel. Pérez Jiménez, con gran afición por la astronomía, se interesa por el tema y se hace eco de las aspiraciones del cintífico. Es así como Humberto Fernández Morán logra consolidar el proyecto y se convierte en el fundador del Instituto Venezolano de Neurología e Investigackiones Cerebrales (IVNICV), el cual se convertirá luego en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Dentro de ese proyecto Venezuela adquiere el primer Reactor Nuclear después de Estadoa Unidos y se crea la Primera Biblioteca Científica Americana. Algunos documentos que revisé me mostraron la preocupación que existió en algunos sectores ante la idea de que gobierno del General Pérez Jiménez estuviese instalando una planta nuclear.
–Dicen que usted guarda muchos secretos, y que estos quizá nunca se sepan. Pero uno que se ha ventilado es el proyecto que usted promocionó para la creación de una Planta Nuclear en Guayana…
-Hacer un reactor de gran potencia en la Gran Sabana, porque queríamos convertir aquello en una zona industrial de primer orden, generar energía por el reactor de ficción, porque los reactores de ficción, desafortunadamente, no han resultado muy prácticos. La fisión es la desintegración del núcleo del átomo que se desintegra. Pero la energía predominante en el cosmos es la de la fusión de los átomos de hidrógeno. La principal transformación es de los átomos de hidrógeno en átomos de helio, que es la energía que hay en el interior de las estrellas, y es la energía que la humanidad tendrá en el futuro: limpia e inagotable, porque el hidrógeno está en las aguas.
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-¿En qué consistía el proyecto?
-Pensé en el Proyecto del IVIC con el propósito de crear el reactor en la Gran Sabana. Por allí se iba a poner el reactor atómico, pero se iba a aprovechar la energía generada por las aguas del río Caroní, que es la segunda cuenca en potencial hidroeléctrico que tiene la América del Sur. Comenzamos por hacer la Planta de Macagua, para suministrar energía eléctrica para la Planta de Matanzas, Siderúrgica de Matanzas, que ahora la van a vender. Y digo vender. No privatizar…
Ejercicio del poder
-Mirándolo en retrospectiva, ¿no cree usted que fue un error el haber derrocado el gobierno de Isaías Medina Angarita?
-Venezuela no tenía la situación socio-económica que debía tener con respecto a su tradición histórica, de sus recursos naturales y de su situación geográfica. Uno notaba que Venezuela, mejor conducida, podría lograr esa situación. Y el gobierno del general Medina, si bien él era un hombre bondadoso, sencillo hasta cierto punto, con algún carisma, no parecía tener todas las credenciales para lograr lo que Venezuela debía lograr. Quizá lo malaconsejaron políticamente. En Venezuela se considera político quien tiene habilidad para engañar y pasarse de un bando a otro. Saltarse la talanquera a veces, cambiarse la chaqueta; eso es lo que en Venezuela se reconoce como político.
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-¿En qué momento se le cruzó por vez primera la idea de ser Presidente de Venezuela?
-No puedo decir un momento determinado, sino en función de las circunstancias que se iban presentando. Cuando regresé de Perú, después de haber hecho la escuela de artillería y la escuela de guerra, ya se me había abierto la idea de que Venezuela tenía que ser una Nación más jerarquizada. Para ese momento estábamos por debajo, a la zaga del resto de países de América del Sur. Yo traía esa idea de lograr esas posibilidades.
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–Comenzó entonces a adoctrinar a sus compañeros de armas…
-No. Había ya un movimiento. Ellos comenzaron a tomar contacto conmigo. La idea de jerarquizar a Venezuela sí era mía. Por eso, yo les respondí afirmativamente, pero el movimiento tenía que tener carácter nacional, con unos propósitos que no fueran exclusivamente de las Fuerzas Armadas. Redacté entonces los cinco puntos con los cuales se juramentaron muchos oficiales.
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-¿Cómo entra allí Rómulo Betancourt y Acción Democrática?
-Pensé, cuando la revolución del 18 de octubre de 1945, que Betancourt era el más preparado para el ejercicio de las funciones de jefe de Estado. En uno de los cinco puntos que redacté decía que íbamos a entregar el poder a un conjunto de venezolanos. Y teníamos que buscar partidos porque no podíamos dirigirnos a una persona. Acción Democrática predicaba que podía conseguir para Venezuela horizontes mejores. Yo fui uno de los que le dijo a Betancourt: «Usted debe ser el Presidente de Venezuela, en el caso de que el movimiento triunfe», pero aun antes de que el movimiento terminara, me di cuenta de que él no tenía la capacidad suficiente, pues era muy afecto al sectarismo, al partido y los intereses personales los ponía por encima de los intereses de la nación.
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-¿En qué momento conoció a Rómulo Betancourt?
-Cuando regresé del Perú encontré que había un movimiento en las Fuerzas Armadas. Me invitaron a participar. En el movimiento estaban Delgado Chalbaud, Gutiérrez, Mario Vargas, Márquez Añez. Les dije que valía la pena hacer un movimiento para que Venezuela ocupe el sitial que le corresponde en el mundo. Les señalé qué factores favorables no estaban siendo utilizados, y que no se le debía dar a las Fuerzas Armadas el único carácter insurgente para ejercer el poder, sino estructurar un gobierno a base de lo más representativo que tuviera la nación en el orden civil. Por eso fue que, habiendo sonado Betancourt como opositor al gobierno de Medina, pensé que él podía darle nuevos aires al país, pero me equivoqué profundamente… Vino el movimiento del 18 de octubre. Yo no quise ir a Miraflores a firmar el Acta de Constitución del Gobierno, de manera que allí no aparece mi firma.
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-¿Por qué no firmó?
-Porque ya me había dado cuenta del sectarismo de Betancourt. A raíz del 18 de octubre es que a mí me mandaron a esa gira por América del Sur. Me obligaron. Lo primero que hicieron fue inventar que tenía que ir a Estados Unidos a solicitar unas armas. Estuve allí un mes, y regresé a Venezuela, donde me tenían un tanto distanciado. Después inventaron una gira por Latinoamérica -Haití, Guatemala, Panamá, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. En ese entonces sí hice labores para que las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina fueran en un plano de mayor dignidad para Latinoamérica. Eso hizo que Estados Unidos comenzara a verme con cuidado.
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-¿Fue idea suya la de integrar un gobierno con civiles, una junta cívico-militar con Rómulo Betancourt?
-Sí. Propuse que se integrara un gobierno cívico-militar, en el cual estuvieran representados lo más granado de la representación de los venezolanos.
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–No ha mencionado a Rómulo Gallegos…
-Rómulo Gallegos, excelente literato y novelista, pero en Venezuela se piensa que el poeta, que el novelista, está apto para conducir a la nación. No hay nada tan distante de las condiciones requeridas para la conducción de una nación, porque son fantaseadores, son creadores de imágenes, y mientras más creen imágenes en abstracto, más buenos novelistas son, más buenos poetas son. Para ser jefe de Estado hay que tener conocimientos adecuados y ser un hombre muy pragmático.
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-¿Acaso a Gallegos lo manejaba Betancourt?
-Lo manejaban todos, lo manejaban los ministros. Hay quienes dicen que tenía carácter; no tenía nada de carácter, nada. Llegaba a Miraflores a las 10 de la mañana, se ponía a dar vueltas, pedía un cafecito, iniciaba unas charlas, y venía un ministro a darle cuentas y decía: «deje eso ahí, vamos a hablar de otras cosas», y se embarcaba en unas charlas que nada tenían que ver con la conducción del Estado. No se ocupaba del gobierno. Ahora, como novelista me quito el sombrero.
II
«A mí terminarán atribuyéndome hasta la muerte del Mariscal Sucre» |
Algunos documentos de la Embajada Americana en Caracas señalaban, antes del golpe de 1948, que habían dos liderazgos en las Fuerzas Armadas, el de Marcos Pérez Jiménez y el de Mario Vargas, dominando el primero en la oficialidad joven. También, en los pasillos de la milicia se desbordaba el sentimiento de desconfianza hacia Carlos Delgado Chalbaud, como figura para liderar el nuevo rumbo del país. Pérez Jiménez, sin embargo, en aquel momento apostaba a las aptitudes de Delgado Chalbauld, al menos de frente al público y oficiales, aunque muchos son los que dicen que ya cocinaba, a fuego lento, su próximo ascenso a la presidencia por vía del golpe militar.
El gran golpe
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¿Qué tanta confianza tenía usted en las cualidades de Delgado Chalbaud para ser jefe de la Junta?
-Delgado no tenía la formación militar completa. No lo consideraban un militar pleno, porque era procedente de la Escuela de Ingenieros de Versalles, en Francia. Se le respetaba como un hombre culto. Yo defendí a Delgado. En una reunión de oficiales, dije: «Delgado es el hombre con las credenciales suficientes para ser el Presidente de la Junta, tiene el grado de cultura suficiente y experiencia en el manejo de la cosa pública, ha actuado en el gobierno de la Junta de Gobierno, de manera que, si ustedes quieren prescindir de Delgado, antes deben prescindir de mí»… Mario Vargas sí tenía algún ascendiente, pero no mucho. Se plegó demasiado a Betancourt. Los adecos lo consideraban un oficial de confianza y, cuando vino el movimiento de las Fuerzas Armadas contra Gallegos, los adecos lo trajeron para tratar de contrarrestarlo. El se presentó en el Ministerio de la Defensa a hablar con Delgado, con Llovera y conmigo y le dijimos: «Anda a los cuarteles, y ve lo que está sucediendo». Regresó desilusionado, porque no le hicieron caso.
-Usted está diciendo que la orden del golpe no parte de ustedes ni del Ministerio de la Defensa.
-No, la orden sí, al final. El movimiento ya venía gestándose, habían guarniciones que se estaban levantando. Le pasé un memorándum a Gallegos diciéndole que la única forma de contrarrestar el movimiento que había, era que apartara a Betancourt. Pero los adecos eran desencadenados contra uno, sin darse cuenta de que uno estaba aguantando la cosa. Llegó un momento en que ya no se pudo más y entonces se le dijo a Delgado: «Usted, quédese tranquilo, que nosotros vamos a actuar -Llovera y yo-«, y entonces vinieron las órdenes para que todas las tropas de las distintas guarniciones tomaran todos los sitios, y el golpe se dio sin una gota de sangre.
-¿Tuvieron ustedes conversaciones con algún sector del exterior del país?, ¿recibieron apoyo foráneo para dar ese golpe?
-No, porque considerábamos que eso es ir contra la soberanía del país. En las cosas internas no deben mezclarse intereses de otra naturaleza.
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-Usted, que conoció de los halagos que da el poder…
-Déjeme decirle una cosa: yo he tenido la mística del poder no por el ejercicio del poder, sino para el poder, para realizar una obra de engrandecimiento nacional. Esa fue mi orientación. De manera que cuando vi que prácticamente tenía que destruir la institución en la cual yo había fundamentado toda mi esperanza para respaldar una obra de engrandecimiento nacional, resolví irme del país. Eso demuestra que yo no estaba ahí para el ejercicio del poder, sino para poder engrandecer a Venezuela.
Muere el coronel
-Se ha tejido mucha confusión sobre su responsabilidad en la muerte del presidente de la Junta Militar, el coronel Carlos Delgado Chalbaud…
-Esas son cuestiones que me las achacaron. Mi propósito era que Delgado fuera el presidente constitucional de Venezuela, y yo seguir al frente de las Fuerzas Armadas. Cuando se constituyó la Junta Militar (1948) los oficiales allí presentes me miraban cuando iban a anunciar el nombre del presidente de la Junta. Delgado fue Presidente de la Junta por decisión mía. Y ahora, ¿»usted es ministro del Interior?», me preguntaron, y yo dije: «No, que vaya Llovera Páez, que yo me quedo como ministro de la Defensa». Esa es la realidad.
-¿Por qué entonces se le atribuye la muerte de Delgado Chalbaud?
-Se me han atribuido muchísimas muertes. La realidad es que si alguna muerte puede atribuírseme con algún fundamento, es la de Rafael Simón Urbina. El se asiló en la Embajada de Nicaragua porque se le había ido un tiro a Domingo Urbina y le había dado en un talón. Entonces Rafael Simón Urbina me puso una nota donde me decía: «lo que he hecho, lo he hecho por usted». Y le mandé a decir: «Dígale a ese gran carajo que quién demonios lo autorizó a asesinar a Delgado». Entonces le dije al secretario: «Consigne ese papel en el expediente». Me dijo que no. Y con autoridad le dije: «Consígnelo, yo no quiero ocultar nada». Este señor me manda a decir desde la Embajada: «Estoy refugiado, espero que usted me respalde, porque todo lo que he hecho lo he hecho por usted». Le respondí: «¿Quién carajo lo autorizó a usted a asesinar a Delgado y a herir, que se salvó de casualidad, a Carlos Bacalao Lara?» A mí terminarán atribuyéndome hasta la muerte del mariscal Sucre… Mi deseo era que Delgado siguiera al frente del gobierno como Presidente, y yo seguir al frente de las Fuerzas Armadas.
Así miro las fronteras
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-¿Cómo hubiese abordado usted el tema fronterizo con nuestros vecinos?
-Curazao debía pertenecer a Venezuela… por razones históricas y estratégicas… Es sabido a través de la historia que los débiles no tienen derechos valederos. Si un caso de justicia se puede reforzar con la fortaleza de una nación, tiene toda la validez, y eso es lo que nosotros pensábamos hacer. -¿Tenía algún proyecto concreto en relación con el Esequibo?
-Estábamos muy pendientes de la recuperación del Esequibo, porque estaba en puertas el cambio de status de la Guayana Inglesa. Ya manifestamos, en el seno de las Naciones Unidas, que Venezuela no reconocía ningún cambio de status sin antes haber solucionado el problema de la recuperación del Esequibo. Mientras tanto, estábamos llevando adelante acciones de atracción política de la Guayana Inglesa. Pensábamos en ofrecerle, por ejemplo, una de las cosas en que se basa una producción racional en Venezuela, que es base sana de la economía en la producción de aluminio. Y si fracasaban todos esos proyectos, pues ya recurrir a la acción militar, y para eso ya se hablaba de la preparación de 30.000 efectivos de tropas aptas para el combate en selva. De manera que nosotros estábamos centralizando toda la atención porque dentro del orden de conducción de operación de militares uno no debe guerrear en dos frentes; dejar el caso colombiano para después. Fue López Contreras quien en Cúcuta firmo el protocolo por el cual Venezuela entregaba a Colombia casi 100.000 kilómetros cuadrados. Fue López Contreras, a quien le tengo agradecimiento de carácter personal.
-¿Cómo eran sus relaciones con Inglaterra?
-Buenas. Nos suministraron -por supuesto pagándose- los Vampiros, los Venus, los Camberras, tres destructores pesados… Quizá hubiésemos chocado en el caso del Esequibo, y en el de Trinidad más adelante, porque estando ubicada Trinidad dentro de la plataforma submarina del litoral venezolano, lo lógico es que la incorporara.
-¿Y con Colombia?
-Tuvimos un enfrentamiento con Colombia con motivo de Los Monjes. Colombia había hecho acto de soberanía sobre Los Monjes y sobre la plataforma submarina circulante. Eso nos llevó a decirles que, si seguían en estos actos, habría un enfrentamiento. En ese momento, si nos hubiésemos enfrentado, Colombia nos superaba abiertamente en el mar. En lo que respecta a las fuerzas terrestres, tenían unas fuerzas más numerosas; nos superaban en número y en entrenamiento. Un factor que nos favorecía era que estábamos recibiendo armamento, rifles semiautomáticos belgas, lo que nos daba una superioridad de fuego en caso de enfrentamiento de infantería. En donde sí éramos francamente superiores era en aviación: éramos la única nación que tenía fuerzas aéreas con aviones a reacción, comprados en Inglaterra. Eso hizo que los colombianos tuvieran más prudencia con la cuestión de Los Monjes. .
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Otro archirrival: EEUU
-Unos documentos que reposan en el Archivo Histórico en Washington hacen señalamientos sobre una supuesta cruzada librada por usted entre 1945 y 1948, promoviendo en América Latina un sentimiento contrario a los Estados Unidos… -Hasta cierto punto tienen razón, en el sentido de que lo que quería, en ese entonces, era una definición de la política de los Estados Unidos hacia la América Latina que fuese más digna hacia nuestros intereses, y no esa política tibia que pretendieron en distancia mantener a estas naciones como colonias económicas y en un estado de atraso permanente donde fuera más propicio el coloniaje económico.
-¿En qué momento sintió las primeras presiones de parte del gobierno de los Estados Unidos?
-Hubo presiones y hubo halagos. Eisenhower me distinguió con la más alta condecoración de Estados Unidos, que es la Orden del Mérito del Congreso. Ahora bien, yo siempre procuré que las relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos se mantuviesen en un alto plano de dignidad, y no de subordinación. Surgieron varios acontecimientos que hicieron que estas relaciones se fueran agriando un poco.
Una de ellas, cuando se produjo una moción restriccionista que iba a pasar en el Congreso de los Estados Unidos, con el propósito de reducir la cuota de adquisición de petróleo que los Estados Unidos le tenían asignada a Venezuela. A ellos les convenía más en ese momento importar petróleo de Arabia Saudita. Entonces me fui al Congreso y manifesté que si nos restringían el mercado de nuestro petróleo al mercado norteño, suprimiría nuestros envíos de hierro a los Estados Unidos. Ante esta acción, desecharon la moción restriccionista y quedó el mercado como estaba anteriormente. Yo sabía que si se suprimían los envíos de hierro, prácticamente se paralizaba la industria siderúrgica de la Costa Atlántica en los Estados Unidos.
-Desde el momento en que usted tiene el primer contacto con el gobierno, en 1945, hasta el momento de su extradición desde Miami a Venezuela, le correspondió actuar coincidiendo con cuatro presidentes de los Estados Unidos de América, uno de ellos fue Kennedy…
-Los males que me ocasionó a el presidente Kennedy coincidieron también con grandes males para los Estados Unidos. En la guerra en Vietnam, tuvieron que meter efectivos para poder contrarrestar la acción de las tropas de Vietnam del Norte y del Viet Cong, que llegaron a tener más de medio millón de combatientes. Perdieron la guerra de Vietnam, tras gastar más de 200 mil millones de dólares. De los combatientes en Vietnam, salió el primer lote de 400.000 drogadictos, que han sido la base de los 25 millones de drogadictos que tiene Estados Unidos ahora. Todo obra de una torpeza de Kennedy.
-¿Qué razones cree usted que privaron para que se produjera su extradición desde los Estados Unidos hacia Venezuela, durante el gobierno del presidente Kennedy?
-Yo no sé cual sería el motivo que tuvo John Kennedy. El fue el principal responsable de mi extradición; y Robert Kennedy -cuando fiscal- fue quien tramitó mi extradición. A ambos, como dicen los mexicanos, les dieron por la mera torre, como si una mano providencial hubiera hecho un buen trabajo… Si a mí me hubieran preguntado si quería eliminar a ambos, yo hubiese dicho: «Sí, ¿cuánto hay que pagar?». Y si hubiera estado dentro de mis posibilidades, yo hubiera gastado lo necesario. Pero resulta que a los dos me los eliminaron gratis. Fíjese usted, que me ahorraron unos churupos.
Los días siguientes
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-¿Cómo evaluaría a sus sucesores presidenciales?
-Larrazábal encontró miles de millones de bolívares libres de polvo y paja, que se tiraron por la borda en el Plan de Emergencia. Pero los ingresos de las nuevas concesiones que estaban por entrar los percibió Betancourt durante su mandato, pero no le alcanzó el dinero para realizar los planes previstos, porque todo estaba calculado al céntimo. Sí se podían hacer más de 500 kilómetros de autopista, la red básica de ferrocarriles, el túnel del Este, una serie de obras que no se ejecutaron. Caldera, en su primer mandato, entre las primeras cosas que hizo fue iniciar el endeudamiento en gran escala. Carlos Andrés Pérez, en su primer gobierno, tiró por la borda los ingresos petroleros. Yo no hice eso, sino una obra no sólo material, de obras tangibles de bien colectivo, sino hay que ver cómo elevé el prestigio de Venezuela.
-Pero a 15 años de su derrocamiento, usted tomó una presencia significativa, ganando inesperados escaños en el Congreso Nacional. Esto fue tomado como una protesta hacia la forma cómo algunos dirigentes conducían el destino del país y la administración pública.
-Sí, yo gané las elecciones. No culpo al pueblo venezolano, porque el pueblo me ha demostrado adhesión en distintas oportunidades. Culpo a los políticos que son los que manejan la opinión pública. Manifestaciones del pueblo venezolano las he tenido en distintas oportunidades. Pero cuando fui a Venezuela las manifestaciones caudalosas que me apoyaron alarmaron a Caldera, y entonces me abrieron un juicio como autor intelectual por la muerte de Droz Blanco. Me dejaron salir y enseguida me dictaron un auto de detención, de modo que si yo regresaba, me encarcelaban.
Exilio ni tan voluntario
-¿A usted le gustaría regresar a Venezuela?
-Allá no podría vivir con la tranquilidad y el sosiego conque vivo en España. Allá tendría una avalancha de gente que vendría a visitarme por distintos motivos; ya no podría tener el reposo, y ya no estoy… -¿Dónde quedó su Mercedes Benz «Gaviota»?
-A mí me saquearon todo en Venezuela: la casa, los coches, todo. Fui saqueado no sólo en los bienes que tenía, sino bienes de la familia de mi mujer, y bienes que yo tenía desde antes de ser jefe de Estado.
Lo que lamento es que yo ya he arreglado mi vida, sin ningún deseo de volver al ejercicio de la presidencia, para lo cual me considero inhábil desde hace 15 años. No tengo las condiciones físicas para poder desempeñar con eficacia las funciones de Presidente. Pero tengo la tremenda preocupación ciudadana de ver a mi país cada vez más enzanjonado.
-¿Dónde le gustaría reposar?
-Todavía no quiero morirme. Aunque no me afectaría. Yo considero que he vivido bastante, y que en cualquier momento puedo desaparecer, porque con el corazón tan remendado, en cualquier momento puedo desaparecer. Y moriría tranquilo, moriría sin remordimiento de ninguna naturaleza, sin odios. Entrevista realizada en abril, 1998.
Amigo que buena entrevista, donde puedo encontrar las otras partes?
Amigo quisiera tener en mano las 2 otras partes de la entrevista. gracias de antemano!
S. con el r. Castellanos que buenisima y maravillosa entrevista tuvo ud. con el General, tengo 65 años hoy dia, y para mi no ha existido nadie mejor administrador, gobierno lider, mente futurista, y todo lo que se pueda decir del mejor venezolano que nos ha gobernado. ..Lastima que no acabo con todos los AD. y copeyanos que destrosaron nuestro pais despues de derrocar su gobierno y para que ? por ambicion al dinero al poder sin pensar en venezuela, si cometio o mando a cometer algo .. es un niño de pecho un inocente ante todos los gobiernos nefastos que lo han siguido .. a Venezuela la estan acabando a grandes paso… es que no terminan por darse cuenta todos los politicos que ellos no sirven para gobernar que este Pais les queda grande ?.. Sr. castellanos quisiera continuar leyendo las otras partes de su entrevista.. es como verlo escucharlo, que suerte tiene ud…lo felicito ….donde continua ?
No conocia esa parte de la história contemporanea de Venezuela, relatada por una persona que tuvo una directa participación. Muy Buena la primera entrega. Leeré los otros dos.
Como puedo leer las otras dos partes anunciadas ?
Extraordinaria entrevista. Se lee como si fuse un documental, revelando detalles desconocidos. Piensa publicar otros capítulos?
Viva mi General… CARAJO!!!!!!… sin palabras…. 1000% progimenista….
Esto lo refleja bien:
Todos tenemos orígenes comunes: las madres; todos venimos de la misma sima, pero
cada uno tiende a su propio fin- Hermann Hesse 🙂 Gracias por el artículo!
los venezolanos que necesitamos….los verdaderos amantes de la nación