Megalópolis

             Foto; ScreenRant

 

Una afirmación del “supremacismo blanco” se exterioriza sin pudor, siendo que en los grupos más extremistas se deja sentir una sensible nostalgia por aquello que no conocieron, disfrutaron o sufrieron, reafirmándose en posturas y simbologías nazistas.

 

     Juan José Monsant Aristimuño
       Análisis Libre

        Al finalizar el Festival de Cannes a mediados de mayo, el diario ABC de España tuvo la oportunidad de entrevistar al laureado cineasta estadounidense, Francis Ford Coppola. De hecho, fue una entrevista colectiva, casi una rueda de prensa, debido a que el filme que presentó fue, según afirmó, su último trabajo cinematográfico: Megalópolis.

Costoso, por demás; Alrededor de 120 millones de dólares de su propio capital invirtió en éste controvertido filme,  recibido entre sorpresa y escepticismo dado el tema tratado, el guión, si lo tuvo, y los planos sobrepuestos en el desarrollo del tema.

Una especie de “El planeta de los simios”, la saga cinematográfica iniciada en 1968 con la magnífica actuación del Charlton Helston, intercalado con el “Mad Max” de Mel Gibson (1979), toques del film “Farenheit 451” (1966) del  cineasta francés Francois Truffaut, en una futura civilización visualizada a lo Mark Zukemberg y Elon Musk.

Se infiere que Megalópolis es la actual Nueva York, o lo que quedó de ella después de una conflagración mundial o la previsible decadencia americana, sobre la cual llegó a sentenciar Coppola en su entrevista: “En Estados Unidos hay un riesgo de perder la República como sucedió en la Roma clásica”.

No se inventa esa sentencia el director y productor de El Padrino (1972), Apocalypse Now (1979) y una veintena más de peliculas, fue fruto de ese ojo mágico para intepretar situaciones y sentimientos y su capacidad de plasmarlo en lo que antes se conocía como la “pantalla grande”, hasta que apareció Netflix y los televisores planos de alta definición.

En verdad, se puede observar un creciente deterioro en la sociedad estadounidense en su relación con las instituciones republicanas más significativas y representativas. Abiertamente se retan y vulneran los poderes públicos, cuya estabilidad social descansaba en el estricto equilibrio y separación de funciones. Se asaltó al Congreso de una manera no vista aún en la totalidad de los países llamados “bananeros”, se cuestiona la independencia, probidad y moralidad de jueces, fiscales, parlamentarios, organismos de seguridad nacional y, abiertamente se habla de jueces de la Suprema Corte democrátas o republicanos, para insinuar el tipo de sentencia que saldrá de ella.

A lo que se suma la tendencia inducida por un retorno a la política de aislamiento internacional, y demonización de la globalización.

Una afirmación del “supremacismo blanco” se exterioriza sin pudor, siendo que en los grupos más extremistas se deja sentir una sensible nostalgia por aquello que no conocieron, disfrutaron o sufrieron, reafirmándose en posturas y simbologías nazistas.

Por otra parte, y del lado contrario, la penetración de la cultura “woke” ha permeado desde pequeños sectores hasta el control de medios de comunicación masivos, en el interior del Partido Demócrata, en la administración pública y en el sistema educativo.

Esta peligrosa contradicción en la sociedad norteamericana observada por Francis F. Coppola, es la base del guión de su film.

Nos encontramos ante el fenómeno, no de la natural evolución de la civilización hacia estados superiores de la ciencia y la tecnología, el pensamiento, la convivencia humana y las naciones sino ante la tentación de un retrotraerse al pasado o, a la desmesurada pretension de una ausencia de control social, indispensable en una sociedad organizada.

Este fenómeno no solo se presenta en la nación del norte. En general presenciamos con cierta alarma, un definitivo y acelerado choque de civilizaciones, de culturas, de modos de vida societaria e individual, acompañada, para mayor contradicción, de los grandes avances de la ciencia y la tecnología.

La acumulación de conocimientos y tecnologías acumulados de los últimos 70 u 80 años, sobrepasa de largo, todos los creados por el hombre desde su aparición como tal.

Sin embargo, observamos en la actualidad la presencia de guerras regulares e irregulares por razones de religion, posesión territorial o posturas politicas o ideológicas, que nos retrotraen a lo más oscuro de la Edad Media, como el integrísmo islámico, el supremacismo racial, el terrorsmo como medio de dominación y el nihilismo conceptual.

Un comentario sobre “Megalópolis

  1. Excelentes y preocupantes observaciones, el mundo ha perdido la “brújula” o quizás nunca ha sido sensato, pero nosotros esperábamos o esperamos que los valores que hicieron grande a Estados Unidos se mantuvieran y permearan a nuestros países

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