No solo en España

                                   

Guerra Civil. Imagen de Kim Shaftner en Pixabay

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 Juan José Monsant Aristimuño
Análisis Libre

    ¿Creen que lo de España, y las pretensiones de Pedro Sánchez de fracturar la unidad nacional con tal de conservar el poder, y satisfacer su exacerbado ego, es incomprensible?

[box_dark]Claro que lo es, a lo menos desde la óptica de la razón y el orden jurídico que garantiza la convivencia y la continuidad histórica de una nación con responsabilidades más allá de sus fronteras, como es su pertenencia a la Unión Europea, la OTAN, las Naciones Unidas y sus lazos con Hispanoamérica; incluso en el Magreb con su enclave de Ceuta y Melilla, que posiblemente terminarán siendo abandonadas a su suerte, como ya se hizo  con la República Democrática Saharahuí, única  nación de origen árabe donde el español  es el idioma hablado, hoy abandonada a Marruecos.[/box_dark]

(José Ortega y Gasset

Ya en 1921 José Ortega y Gasset, filósofo, catedrático, escritor, político, escribió una de las obras cumbres de la hispanidad “España invertebrada”, donde intentó explicar la grave crisis política por la que pasaba el país en ese momento, y concluyó que el particularismo, “donde cada grupo deja de sentirse así mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás” y, el “odio a los mejores”, fue la verdadera razón del fracaso hispano.

De alguna manera esa percepción sobre lo oscuro en lo hispano que Ortega atribuye a la influencia visigoda, se repite en Hispanoamérica;  presente en toda la región desde México hasta la Patagonia sin solución de continuidad.

De tener base la explicación del comportamiento sociopolítico de España, y la de sus descendientes en América  ¿cómo explicamos entonces lo que sucede actualmente en los Estados Unidos?

Sí, en la nación del norte, donde nació la democracia moderna, la constitución escrita, la república, la separación, independencia y equilibrio de los poderes públicos, y el “nadie por encima de la ley”.

La nación que inspiró la totalidad de las constituciones escritas de nuestro continente, pasa en la actualidad por su primera prueba de sobrevivencia republicana desde la guerra de Secesión (1861-65), debido al extraño comportamiento del ex presidente Donald Trump; sometido a numerosos juicios mercantiles, civiles y penales (algunos ya con condena) y, no obstante, compitiendo nuevamente por la nominación presidencial del Partido Republicano para el período 2025-2029.

Aún en el caso de las acusaciones de atentar contra la “seguridad nacional”, podría no solo seguir en campaña y obtener la nominación  sino  asumir la Primera Magistratura, si resultare electo. Más desconcertante aún, existe un vacío jurídico en las condiciones para acceder a tan alta magistratura federal, salvo el de ser mayor de 35 años y nacido en el territorio de los Estados Unidos.

La única mención que se hace sobre hechos delictivos cometidos por el Presidente que obligue a su destitución y enjuiciamiento, son aquellos realizados en el ejercicio de su cargo «…siempre que fueren acusados y convictos de traición, cohecho, malversación, u otros delitos y faltas graves» (Art. 2, Sección 4 de la Constitución)

Se puede concluir que los llamados «padres de la patria», no previeron esta situación porque les fue impensable que se aspirare a la presidencia un ciudadano tenido como de dudosa reputación, dada la influencia moral puritana de aquél entonces.

[box_dark]El fenómeno Trump en un país marcado por el puritanismo obedece a múltiples causas; una de ellas es obviamente el inocultable temperamento del ex presidente, que algunos profesionales califican de narcisismo, al cual definen como: «el sentimiento excesivo de su propia valía, que sobrevalora sus propios logros y talento, y espera que los demás le reconozcan como superior».[/box_dark]

Y si aceptamos como adecuado este diagnóstico concluimos que, un país dirigido por una personalidad como la de Donald Trump representa no solo una incógnita para la comunidad internacional, sino un peligro cierto para el sistema constitucional estadounidense tal como se le conoce, dado el desdén que ha demostrado por las instituciones y, la reiterada descalificación de jueces, fiscales, ministros, parlamentarios y hasta de los organismos de seguridad nacional.

Todo lo cual, unido a sentimientos encontrados en la nación estadounidense que datan desde el mismo momento fundacional, cuando los antifederalistas se enfrentaron a los federalistas temerosos de un poder excesivo sobre el individuo y las provincias federadas.

Finalmente se logró un acuerdo de una sola Constitución para las 13 provincias, a cambio de asumir las diez primeras enmiendas constitucionales (aprobadas en 1791) garantes de los derechos individuales inalienables, entre ellas la controvertida Enmienda II que permite la posesión y el porte de armas de fuego a los ciudadanos, hoy sometida cuestionamiento.

A ello se agrega el sentido de superioridad racial que condujo a la guerra civil de 1861, no del todo superado aún en el siglo XXI. Al igual que el miedo sustentado ante la arremetida de temas tan delicados como la ideología de género que se intenta imponer, la inmigración descontrolada y la inflación sostenida, han hecho que la ciudadanía busque una personalidad fuerte, capaz de garantizarles seguridad y el sostenimiento de los valores familiares.

Por otra parte, el Partido Demócrata pareciera haber perdido el norte de su razón de ser. No pudo tan siquiera presentar un candidato o varios de  ellos con la suficiente personalidad y convicción en sus ideales de economía social de mercado, que pudieran asemejarse a las propuestas  socialdemócratas o social cristianas exitosas de Europa; incluso a las socialistas de los países escandinavos.

Tiempos de transición, cambios de paradigmas necesarios y de ajustes civilizatorios, cambio epocal indetenible en su evolución acelerada que no debe inducirnos temor sino confianza en la natural evolución del género humano.

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