En pocas palabras. Javier J. Jaspe / Washington D.C.
Gracias a la biblioteca de mi vecindario, la cual se ha preocupado por enriquecer su acervo bibliográfico con obras de autores de habla hispana, pude leer el último libro de Mario Vargas Llosa, titulado: La civilización del espectáculo (Alfaguara, Prisa Ediciones, México, 2012), primera obra publicada después que este destacado autor obtuviera el premio Nobel en el 2010. Se trata de un ensayo de unas 226 páginas, donde además se incluyen a manera de antecedentes, varios de los artículos que Vargas Llosa había publicado en años anteriores sobre temas relacionados, en el Diario El País de España.
De inicio y en forma general podría decirse que el tono del aludido ensayo es marcadamente crítico de la idea de cultura que deriva de la conversion de la civilización occidental de nuestros días en una civilización del espectáculo, la cual estaría caracterizada por “un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento y donde divertirse, escapar del aburrimiento es la pasión universal”. Aunque el autor reconoce que es legítimo entretenerse y divertirse, objeta que esta actitud pase a ser un valor social supremo pues ello “tiene consecuencias inesperadas: la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad y, en el campo de la información, que prolifere el periodismo irresponsable de la chismografía y el escándalo.”
Entre los factores que habrían conducido a la civilización del espectáculo, el autor identifica los siguientes: (i) el extraordinario desarrollo economico que siguió a las dificultades vividas durante la Segunda Guerra Mundial y los primeros años de la posguerra, dando lugar al crecimiento de la clase media, a la intensificación de la movilidad social y a la ampliación de los parámetros morales que se venían aplicando (por ejemplo, en la vida sexual); (ii) el bienestar, la libertad de costumbres y el mayor tiempo para el ocio que trajo aparejado este desarrollo economico, lo cual llevó a que se “multiplicaran las industrias de la diversion, promovidas por la publicidad, madre y maestra mágica de nuestro tiempo; de allí que “no aburrirse, evitar lo que perturba, preocupa y angustia, pasó a ser para sectores sociales cada vez más amplios de la cúspide a la base de la piramide social, un mandato generacional; y (iii) la democratización de la cultura, mediante la educación a cada vez más amplias capas de la población, así como la promoción y subvención de las artes.
Resultaría prolijo referirse a los variados efectos de la civilización del espectáculo, analizados por el autor, especialmente en la vida cultural de la sociedad occidental contemporánea. De entre ellos, nos atrevemos a destacar las siguientes, procurando transcribir en lo posible los textos originales pertinentes:
- Ampliación de la definición de cultura – La alta cultura, “obligatoriamente minoritaria por la complejidad y a veces hermetismo de sus claves y códigos,” por la cual parecería abogar el autor, ha desparecido. En su lugar se ha instalado una acepción amplia de cultura integrada por “todas las manifestaciones de la vida de una comunidad: su lengua, sus creencias, sus usos y costumbres, su indumentaria, sus técnicas y, en suma, todo lo que en ellla se practica, evita, respeta y abomina.”
- Cultura, sólo una manera agradable de pasar el tiempo? – La ampliación de la definición de cultura inevitablemente ha conducido a que ésta puede llegar a ser entendida, apenas, como una manera agradable de pasar el tiempo. “Desde luego que la cultura puede ser también eso, pero si termina por ser sólo eso se desnaturaliza y se deprecia: todo lo que forma parte de ella se iguala y uniformiza al extremo de que una ópera de Verdi, la filosofía de Kant, un concierto de los Rolling Stones y una función del Cirque du Soleil se equivalen.”
- Cantidad a expensas de la calidad cultural – La loable filosofía orientada a llevar la cultura a amplias capas de la población ha tenido “el indeseado efecto de trivializar y adocenar la vida cultural, donde cierto facilismo formal y la superficialidad del contenido de los productos culturales se justificaban en razón del propósito de llegar al mayor número.”
- La crítica cultural substituida por la publicidad – La crítica casi ha desaparecido de los medios de información y se ha refugiado en los medios académicos. Su vacío lo ha llenado la publicidad, “convirtiéndose ésta en nuestros días no sólo en parte constitutiva de la vida cultural sino en su vector determinante. La función que antes tenían, en este ámbito, los sistemas filosóficos, las creencias religiosas, las ideologías y doctrinas y aquellos mentores que en Francia se conocía como los mandarines de una época, hoy la cumplen los anónimos <creativos> de las agencias publicitarias.”
- Literatura light, cine light y arte light, representativos de esta época – Ellos dan la “impresión cómoda al lector y al espectador de ser culto, revolucionario, moderno y de estar a la vanguardia con un mínimo de esfuerzo intelectual. De este modo, esa cultura que se pretende avanzada y rupturista, en verdad propaga el conformismo a través de sus manifestaciones peores: la complacencia y la autosatisfacción.”
- Cocina y moda, paradigmas de actividades culturales – “En la civilización de nuestros días es normal y casi obligatorio que la cocina y la moda ocupen buena parte de las secciones dedicadas a la cultura y que los <chefs> y los <modistos> y <modistas> tengan ahora el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos”.
- Música popular, signo de identificación de las nuevas generaciones – “Las bandas y los cantantes de moda congregan multitudes que desbordan todos los escenarios en conciertos que son, como las fiestas paganas dionisíacas que en la Grecia clásica celebraban la irracionalidad, ceremonias colectivas de desenfreno y catarsis, de culto a los institntos, las pasiones y la sinrazón.”
- Obra literaria y artistica equiparada a un producto comercial – De esta forma, la obra literaria y artistics “jugaba su supervivencia o su extinction nada más y nada menos que en los vaivenes del mercado, aquel período trágico en que el precio pasó a confundirse con el valor de una obra arte”.
- Masificación en el culto a los deportes – En nuestra época, “por lo general, la práctica de los deportes se hace a expensas y en lugar del trabajo intelectual…los grandes partidos de futbol sirven sobre todo, como los circos romanos, de pretexto y desahogo a lo irracional, de regresión del individuo a su condición como parte de la tribu, de pieza gregaria en la que amparado en el anonimato cálido de la tribuna, el espectador da rienda suelta a sus instintos agresivos de rechazo del otro, de conquista y aniquilación simbólica (y a veces hasta real) del adversario”.
- Generalización del uso de las drogas – La extension del consumo de las drogas se ha extendido a todos los niveles de la pirámide social. “En nuestros días el consumo masivo de marihuana, cocaina, éxtasis, crack, heroína, etcétera, responde a un entorno cultural que empuja a los hombres y mujeres a la busca de placeres fáciles y rápidos, que los inmunicen contra la preocupación y la responsabilidad, en lugar del encuentro consigo mismos a través de la reflexión y la instrospección, actividades eminentemente intelectuales que a la cultura veleidosa y lúdica le resultan aburridas.”
- Eclipse de los intelectuales – “En nuestros días, el intelectual se ha esfumado de los debates públicos, por lo menos de los que importan. Es verdad que algunos todavía firman manifiestos, envían cartas a los diarios y se enzarzan en polémicas, pero nada de ello tiene repercusión seria en la marcha de la sociedad, cuyos asuntos económicos, institucionales e incluso culturales se deciden por el poder politico y administrativo y los llamados poderes fácticos, entre los cuales los intelecutales brillan por su ausencia”.
- Frivolización en las artes plásticas – “La desparición de mínimos consensos sobre los valores estéticos hace que en este ámbito la confusion reine y reinará por mucho tiempo, pues ya no es posible discernir con cierta objetividad qué es tener talento o carecer de él, qué es bello y qué es feo, qué obra representa algo nuevo y durable y cuál no es más que un fuego fatuo. Esta confusion ha convertido el mundo de las artes plásticas en un carnaval donde genuinos creadores y vivillos y embusteros andan revueltos y a menudo resulta difícil diferenciarlos.”
El autor también dedica notables consideraciones a los efectos negativos de la civilización del espectáculo en la política, el periodismo y la vida sexual en el mundo occidental contemporáneo, sobre la religion y la secularización, así como al papel de Internet, el libro electronico y el futuro del libro impreso, entre otros aspectos de mayor interés, pero que omitimos por razones de espacio. Finalmente, sobre la posibilidad de modificar el estado de cosas a las cuales ha conducido la civilización del espectáculo y volver a la idea de cultura que habría predominado en la sociedad occidental con anterioridad al advenimiento de aquélla, su conclusion es absolutamente pesimista. Sinembargo, no descarta que en algún momento la civilización del espectáculo perezca sin pena ni Gloria, por obra de su propia nadería y que otra la reemplace, acaso mejor, acaso peor, en la sociedad del porvenir.
No podemos concluir esta breve reseña sin expresar que este ensayo nos parece basado en un enfoque excesivamente negativo de la idea de cultura actualmente predominante en el mundo occidental. Aunque gran parte de las críticas de Vargas Llosa parecen tener fundamento, echamos de menos un reconocimiento a algunos aspectos positivos en el mundo contemporáneo, especialmente los que han permitido a sectores crecientes de la población el tener acceso a la cultura. Por otra parte, y a pesar de que el autor añora el concepto de cultura que habría predominado para el momento en que su generación hizo su entrada a la escuela o a la Universidad, posiblemente a mediados del siglo pasado, en la misma obra se reconoce que la definición de cultura que privaba anteriormente no ha estado exento de polémicas, como se pone en evidencia en el debate producido entre varios pensadores, como son los casos de T.S. Elliot, George Steiner y otros que allí se incluyen..
En cualquier caso, podría resultar cuestionable abrigar alguna aspiración que pretenda retrotraer la sociedad contemporánea a la idea elitesca y excluyente de cultura que regía en el momento antes indicado, pues ello sería claramente incompatible con el desarrollo de los medios de comunicación, llámense Internet, Skype, redes sociales, u otras del mismo estilo. Al contrario, y en ésto también habría que guardar alguna diferencia con el autor, vemos mayores ventajas que desventajas en el uso de estas herramientas en provecho de la cultura, la investigación y el apoyo a la obra intelectual (no solo la light sino también la densa y con vocación de permanencia en el tiempo), como también las vemos en el creciente desarrollo del libro electrónico frente al libro impreso.
En pocas palabras, una nueva y singular obra del gran escritor y premio Nobel latinoamericano, Mario Vargas Llosa, que recomendamos leer en su integridad para ayudar a comprender a cabalidad el entorno cultural que nos ha tocado vivir, sobre la cual posiblemente alguna que otra polémica no dejará de producirse. Veremos….