Venezuela después del Covid-19

 

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No hay dudas que el rescate de nuestro país debe sustentarse prioritariamente en el logro del Bien Común con la promoción  de valores y principios éticos.

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 … los más recientes y directos señalamientos y propuestas para confrontar los dramas de la sociedad contemporánea, con una visión integral y de valores, han sido  formulados por Francisco, el Papa Latinoamericano…

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José Ignacio Moreno León

Estos largos días del confinamiento impuesto por el COVID -19, coincidentes con los días de la Semana Santa que para quienes somos católicos  son igualmente tiempos de recogimiento y reflexión, nos motiva para hacer algunas consideraciones sobre las nuevas y complejas realidades que tenemos que confrontar en nuestro país y que se suman a la prolongada y profunda crisis socioeconómica, política y de valores que persiste en Venezuela.

En cuanto al impacto global de la pandemia del COVID-19, coincidimos con Yuval Noah Harari cuando señala que sus consecuencias no ponen en peligro la globalización, ya que no es la segregación la estrategia apropiada para combatir la pandemia, sino la cooperación internacional. También nos parece muy acertados los criterios de Fernando Savater cuando rebate las expresiones entusiastas de quienes consideran que la crisis desatada por la pandemia va a generar grandes cambios hacia la solidaridad, señalando que no confía mucho en los grandes cambios de la humanidad y que “no vamos a convertirnos en San Francisco de Asís porque haya habido un virus.”

En el caso de nuestro país es obvio que la cuarentena forzada por la amenaza del COVID-19, ha contribuido a camuflar la paralización por la grave escasez de gasolina producto del desastroso manejo que en las últimas dos décadas se ha hecho de PDVSA. Todo esto va acentuar la ya grave escasez de alimentos y de insumos para la operación de la muy devastada economía del país. Por todo lo cual,  y en el entorno de esos días de exaltación cristiana,  consideramos que para buscar las salidas apropiadas al drama nacional y sembrar las bases del nuevo país,  que es el anhelo de la mayoría nacional, se hace necesario recurrir a valiosas referencias ideológicas, muchas de las cuales han sido históricamente formuladas en épocas recientes por sucesores de Pedro,  el padre de la iglesia católica.

Con su encíclica Rerun Novarum  (1981) el Papa León XIII formula principios doctrinarios fundamentales que dieron origen a la Democracia Cristiana como corriente política con objetivos de enfrentar,  con visión  humanista,  los graves problemas sociales y del desarrollo . Dichos principios fueron posteriormente profundizados y actualizados frente a las nuevas realidades globales por los papas Pío XI en su encíclica Cuadragésimo Annus (1931),  Pablo VI en Popularum Progressio (1967), Juan Pablo II en su encíclica Centessimus Annus (1991). En dichas encíclicas se resalta el deber de la solidaridad entre las personas y los pueblos, se denuncia  el economicismo y el colectivismo marxista, se promueve la humanización del trabajo y se reconoce la propiedad privada con responsabilidad social y el libre intercambio subordinado a las exigencias de la justicia social, se resalta el hombre como artífice de su propio destino y se reconoce el derecho a sublevarse contra regímenes opresores.

 Pero los más recientes y directos señalamientos y propuestas para confrontar los dramas de la sociedad contemporánea, con una visión integral y de valores, han sido  formulados por Francisco, el Papa Latinoamericano, quien en su encíclica Laudato si (2015) nos habla de la necesidad de una solidaridad universal nueva y formula los príncipes para un desarrollo sostenible e integral que no solo considere políticas en favor de los excluidos, sino igualmente acciones frente a la grave crisis medioambiental. Por ello Francisco resalta la necesidad de una ecología integral que incorpore las dimensiones humanas, medioambientales y sociales como inseparables del Bien Común, cuya promoción debe ser obligación de toda la sociedad y especialmente del Estado.

Con esas referencias de valores cristianos no hay dudas que el rescate de nuestro país debe sustentarse prioritariamente en el logro del Bien Común con la promoción  de valores y principios éticos que alimenten un nuevo sentido del liderazgo político y social  y promuevan la solidaridad y la conciencia cívica como garantes de una democracia de ciudadanos en la que el accionar político y la gestión pública y de los negocios en general operen de forma trasparentes, es decir deslastrados  del cancer de la corrupción que, como lo señalan los indicadores de Transparencia Internacional, representa el más grave daño de la democracia latinoamericana. Y como también la denuncia el Papa Francisco cuando al referirse a este grave estigma,  que es una de las manifestaciones más lacerantes de la quiebra de principios y valores en la sociedad contemporánea,  advierte que “La corrupción es sucia y la sociedad corrupta apesta.” 

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