Ricardo Escalante
Nunca antes una elección legislativa latinoamericana captó la atención mundial como esta venezolana del 6 de diciembre. La razón es sencilla: lo que está en juego es el rescate de las libertades y los derechos individuales y colectivos, conculcados como en las peores dictaduras de cualquier signo.
Por eso un calificado grupo de ex presidentes actuarán como de testigos de excepción y numerosos corresponsales de medios internacionales que llegaron con sus equipos ya envían reportes no solo sobre el clima electoral, sino sobre el racionamiento de medicinas, alimentos y otros productos de consumo masivo, sobre el régimen de presos políticos y torturas, y sobre los chantajes y otras actividades de las claques del poder. Los periodistas transmitirán la verdad sobre el conteo de los votos.
¿Qué va a ocurrir después del domingo? Todo dependerá de los resultados y del comportamiento del gobierno y de todos los órganos del Estado -por él controlados de manera férrea-, así como de la capacidad de reacción de la oposición reunida en esa entelequia denominada Mesa de Unidad (MUD) frente a las posibles torceduras de los resultados.
Después de meses de apatía, en las últimas semanas ha habido un interés creciente de los electores por concurrir a los centros de votación. Y así, en la medida en que la abstención sea menor, el voto castigo contra el régimen aumentará y, por supuesto, en esa misma medida Diosdado Cabello y Nicolás Maduro se sentirán tentados a desconocer una realidad que salta a la vista: la mayoría de los venezolanos está harta de la falta de papel higiénico, del robo de los dineros públicos y de que durante 16 años el chavismo lo haya manejado todo a su antojo.
Miles de electores fueron transferidos en forma inconsulta de un lugar a otro, candidatos relevantes fueron descalificados sin que mediara razón alguna, el diseño de los circuitos electorales se hizo para dar mayoría a los chavistas, las tarjetas de votación tienen irregularidades destinadas a confundir a los electores, la propaganda electoral fue abiertamente ventajista, nada garantiza la inexistencia de desvío electrónico de sufragios a través de la CANTV, las televisoras y emisoras de radio transmitieron interminables mensajes abusivos en cadena, manifestaciones opositoras fueron disueltas por la policía y por paramilitares. Todo eso -sin que se hayan contado los votos-, configura un proceso comicial viciado y carente de sentido democrático. Decir que en Venezuela hay un clima democrático es falaz y, como si fuera poco, nadie ignora que el narcotráfico es una de las fuentes de ingresos de Diosdado Cabello y de la familia presidencial.
Como si lo anterior hubiese sido poco, los empleados públicos, jubilados, pensionados y beneficiarios de las misiones –que ahora funcionan tarde y mal-, son objeto de presiones y obligados a participar en lo que llaman el 1×10, lo que quiere decir que cada uno de ellos deberá acarrear diez votantes a los centros electorales. En las últimas semanas, en los barrios populares hubo un impresionante reparto de televisores, licuadoras, neveras y otros cachivaches chinos, como parte de la compra de conciencias.
Las intervenciones de Maduro y Diosdado Cabello en eventos transmitidos por televisión han sido dignos de Replay, sin nada que envidiar a las intimidaciones hitlerianas, estalinistas, castristas o pinochetistas. “Si perdemos iremos a la calle a defender la revolución y aquí no quedará nada”… Chávez decía lo mismo: “si pierdo, en el Este de Caracas no quedará ladrillo sobre ladrillo”, pero lo cierto es que la población descontenta jamás ha desaparecido y siempre encuentra formas de hacerse sentir. Por eso los venezolanos han encontrado en las redes sociales una vía de escape y de comunicación inmediata, aunque, claro, también hay quienes las utilizan para tergiversar y mentir.
Todo hace presumir que el gobierno se declarará ganador de esta jornada electoral. Admitir lo contrario significaría para ellos correr el riesgo del surgimiento del indispensable equilibrio de poderes. “¡Eso nunca!”, dicen y repiten. La Asamblea Nacional con mayoría opositora tendría que designar y poner en marcha una comisión de contraloría, tal como lo pauta la Constitución, que de de manera inevitable dejaría al desnudo las interminables irregularidades de todo género traídas por la revolución que no es.
Ahh, pero eso también demandaría o demandará un enorme desafío para la oposición, que por más de tres lustros ha carecido de liderazgo sólido, eficiente, inteligente, ausente de mensaje capaz de interpretar el sentimiento popular y de erigirse en alternativa frente al autoritarismo. Las pugnas y mezquindades que han estado a la luz del día en la MUD tendrían que ceder cause a la formación de partidos políticos consistentes, democráticos, con sentido de la dirección colectiva y del debate interno. No de otra manera la población entrará en desencanto total y caos, es decir, resurgirá el ambiente para un golpe militar de derecha o para una revuelta peor que El Caracazo. Pero, a pesar de las falencias de la MUD, los venezolanos no tienen otro camino que salir en masa a votar contra la dictadura, evitando caer en las triquiñuelas oficialistas. ¡No a la opresión!