Una novela llamada “Director de la Oficina Representativa de Beijing” fue publicada en 2007 por Wang Xiaofang, ex-empleado del Vice-Alcalde de Shenyang, ciudad industrial del noreste de China. En esa novela se cuenta, usando la ficción para esconder la realidad, como el Vice-Alcalde aceptó millones de dólares en sobornos y regalos de todo tipo. El personaje real fue ejecutado en 2001.
La novela es interesante porque describe el sistema de corrupción imperante en China, el cual ha cambiado poco en el tiempo, desde la época de los mandarines, pasando por la etapa de Mao y la pandilla de los cuatro, que incluía a su tercera esposa, Jian Qing. Muchos de los burócratas chinos, dice el autor, son nombrados de por vida. Es el mismo sistema estalinista del poder donde el abuelo supervisaba al hijo quien supervisaba al nieto.
La corrupción en China está preferentemente asociada a las empresas del estado, especialmente en el ramo de la construcción. En el libro “The Party”, escrito por Richard McGregor (Harper, 2012) hay todo un capítulo dedicado a la corupción en China. En este capítulo (páginas 135-169) se describe uno de los escándalos más espectaculares, en la década de 2000, llevado a cabo por la llamada Pandilla de Shangai, al mando de Zhou Zhengy, un protegido de Jiang Zemin. En este escándalo de bienes raíces unos 30 gerentes y funcionarios públicos fueron finalmente apresados.
Cuando el vice-Alcalde de Beijing, Liu Zhihua, fu condenado en 2008 por aceptar un soborno de un millón de dólares, la gente se quejó de su arresto porque el soborno era “pequeño”. Nadie que se robe solo un millón de dólares debe ir preso, era la opinión de la gente.
Ahora vemos en la prensa internacional (ver The New York Times de hoy, Billions in Hidden Riches for Family of Chinese Leader) que el Primer Ministro actual, Wen Jiabao, también cojea de la misma pata. La esposa, la madre, el hermano, el hijo, todos han amasado grandes fortunas a la sombra del poder. La esposa, Zhang Beili, anda llena de diamantes. El hermano, Wen Jiahong, tiene una fortuna de unos $200 millones. El hijo es presidente de una compañia “financiera”, New Horizons Capital y la madre de 90 años tiene una fortuna de unos $120 millones a su nombre, aunque parece no haberse dado cuenta. Una rica inversionista llamada Duan Weihong dice haber cometido un “error” al asignarle acciones de la empresa Ping An a la anciana dama. “No sabía que era la madre del primer ministro”, dijo la candorosa inversionista.
El problema, dice McGregor en su libro, es que quien castiga a los corruptos en China es el partido, no la nación, ni siquier el Estado. El partido es el Estado. El partido decide quien es corrupto y quien no. Las ejecuciones y la cárcel son selectivas. Es como si dijéramos que Arné Chacón va preso pero Jesse no. O que Fernández Berruecos va preso pero Adán no. En China, como en Venezuela, la soga se revienta por lo más delgado.
Este es el perfil ético del más generoso socio que tiene actualmente Hugo Chávez. China le ha prestado unos $30.000 millones al sátrapa venezolano, dinero que éste controla a nivel de un fondo paralelo llamado FONDEN, el cual no tiene transparencia alguna. Ese dinero es empleado por Chávez a su leal saber y entender. Como se paga? Con petróleo venezolano a futuro, incluyendo un futuro que estará hipotecado aun después que el sátrapa no esté en el poder. Apartando lo illegal o lo perverso de este endeudamiento, lo más trágico es el uso que se le da, un uso para lo que vaya viniendo, sin planificación, sin transparencia. Y donde no hay transparencia hay corrupción, anótenlo. PDVSA, la empresa petrolera del Estado, es una gran fuente de corruptelas y de desperdicio de dinero. Contrata con empresas fantasmas, favorece contratistas que son socios de sus gerentes en variados guisos, adquiere comida podrida en el exterior o la deja pudrir en los puertos venezolanos. Su presidente, Rafaél Ramírez, está al servicio exclusivo del sátrapa y lo dice abiertamente y con orgullo: “Somos gojos, gojitos y quien no esté de acuerdo sale de aquí a cagajazos”, dice con su particular manera de hablar.
En Venezuela, como en China, las familias de los poderosos frecuentemente se hacen obscenamente ricas. A muchos de los poderosos les atrae el poder más que la acumulación de riquezas pero permiten que sus allegados se enriquezcan. Chávez no parece tener una gran libido financiera, aunque su postura ética es claramente despreciable: usa descaradamente los recursos del estado para su beneficio personal. Los gastos de su enfermedad, los gastos de tener en Cuba reuniones de gabinete, los aviones que transportan a su familia, a Noami Campbell, a Danny Glover, a Sean Penn, a Zelaya o a él mismo por todo el planeta, los relojes carísimos, la llegada a hoteles de lujo con médicos, cocineros y guardaespaldas, todo ello configura una actitud de desprecio total por la honestidad y frugalidad que deben caracterizar a un presidente civil y civilizado. En este sentido Chávez está más cerca de Cristina Kirchner y su difunto marido, pareja muy corrupta, que de sus amigos ideológicos Pepe Mujica o Evo Morales. Su mentor, Fidel Castro, es acusado por la revista FORBES de ser uno de los líderes políticos más ricos de América Latina. No sé que bien le ha hecho, sobre todo en esta etapa vegetativa de su vida.
Dice el refrán: Dios los cría y ellos se juntan.