.
.
Juan José Monsant Aristimuño
Anàlisis Libre
Lo de Rusia es una enfermedad endémica, aparentemente incurable, letal e irreversible. Ese sentido de superioridad étnica, histórica o sanguinidad que nació en esa basta geografía asiática lindante con Europa denominada Eurasia, que tantos dolores de cabeza le ha proporcionado a la humanidad, no se evidencia con un Vladimir Putin cualquiera, él es uno más de tantos, tampoco su iniciador ni máximo representante.
No por azar esa región euroasiática produjo un Stalin, un Lenin, un Iván el Terrible, un Pedro el Grande y un hasta un Putin; todos ellos, todos, incluso Stalin, amancebados de una u otra forma con el otro poder fáctico y sicológico de la Iglesia Ortodoxa rusa. Todo Príncipe, Emperador, Zar, Primer Secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, Presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética o Presidente de la Federación rusa, fue y es un verdadero autócrata por derecho propio, jefe y dueño de la economía y legalidad del país.
Algo así como Fidel Castro, Daniel Ortega, Hugo Chávez y Nicolás Maduro en nuestra América; cada uno en su estilo y en su momento histórico. Los regímenes, dictadores como Gómez, Rojas Pinilla, los Somoza, Perón, Maximiliano Hernández Martínez fueron gobernantes arbitrarios, autoritarios, algunos corruptos, represivos y crueles, pero mantenían de una u otra forma, imágenes de legitimidad y legalidad.
Salvo el “Dictador Perpetuo” de la República de Paraguay, Gaspar Rodríguez de Francia, declarado así en 1813 por el primer Congreso independiente de ese país. Cargo que ejerció hasta su muerte en 1840. Mas, esta curiosa investidura tenía su explicación y hasta justificación, ante las pretensiones expansionistas de Buenos Aires y Brasil, y una curiosa anécdota con el Libertador Simón Bolívar, quien en un lenguaje subliminal le amenazó en una carta con invadir el país; correspondencia que no se dignó, tan siquiera, en contestar (pero eso es otra historia).
Lo que observamos en la invasión rusa a Ucrania es la singular saña con la cual se ha procedido, en una operación simultanea y coordinada por aire, mar y tierra cuyo objetivo fue la ocupación total y drástica del país agredido. En estas tres semanas la comunidad internacional jurídicamente organizada como la ONU, la OEA la OTAN, la Unión Europea ha observado y constatado el desprecio absoluto de Vladimir Putin y su gobierno por el orden jurídico internacional, la destrucción de poblados, carreteras, fabricas, hospitales, museos, estaciones de trenes; la violación masiva de los derechos humanos, crímenes de guerra, la emigración de más de ocho millones de ucranianos hacia países vecinos, y hasta la amenaza de utilización de armas atómicas que conllevaría la extinción de buena parte de la humanidad, incluyendo a la propia Rusia, ante la respuesta inmediata de la OTAN; consolidándose de esta manera el axioma bélico de la “Destrucción mutua asegurada”.
Hitler, aparte de lo que conocemos de él y las consecuencias de su enfermedad mental y espiritual, antes de iniciar su proyecto de dominación armada en Europa, firmó en septiembre de 1938 con el Reino Unido, Francia, Italia y Alemania los Acuerdos de Múnich, mediante los cuales prácticamente se autorizó a Alemania apoderarse en su totalidad de su vecina Checoeslovaquia. No había pasado un año cuando en agosto de 1939, Alemania estaba firmando el Tratado de No Agresión entre Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, también conocido como el Tratado Ribbentrop-Molotov, por el nombre de los dos Ministros de Exteriores de ambos países; Tratado violado igualmente en 1941, cuando Hitler decidió invadir la Unión Soviética.
Lo curioso y escandaloso del caso que nos ocupa, es que Vladimir Putin el pasado 26 de febrero agredió a Ucrania, sin tomarse previamente la molestia de dar explicaciones o firmar tratados antes de invadir en forma masiva y cruel a su vecino país. A mi entender, Putin no solo es más peligroso y canalla que el propio Adolfo Hitler sino un megalómano fuera de sí, capaz de inmolarse y con él a la humanidad, de no conseguir sus oníricos objetivos de dominio total.
Por otra parte, se impone una respuesta de Occidente, ese Occidente tan denostado por Vladimir V. Putin no solo en su parte bélico diario, sino en la “Declaración conjunta de la Federación rusa y la República Popular China, sobre las relaciones internacionales” representada por su Presidente Xi Jinping de China, el pasado 4 de febrero de 2022, (ventidos días antes de la invasión de Rusia a Ucrania).
Ante ello, la neutralidad, la abstención en votaciones internacionales, no tiene cabida, cualesquiera sean las razones o resentimientos que se tengan, a lo menos en esta parte del mundo occidental.
Excelente artículo Juan José,buen enfoque de parte medular del problema que se presenta con los liderazgos mesiánicos y este es uno de los más emblemáticos,ahora con representación universal.