EDGARD MORIN, 100 años de un maestro de la vida

Edgar Morin,  celebra sus 100 años. Foto Fundacio.org

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Las visionarias reflexiones de este filósofo francés adquieren gran relevancia en los turbulentos tiempos de cambio que está confrontando la sociedad global, en un contexto de alarmante déficit de valores y principios

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José Ignacio Moreno Leon –
Análisis Libre Internacional, Madrid

De origen sefardí, nacido en Paris el 8 de julio de 1921, Edgard Morin,  centenario filósofo, sociólogo y politico participó en su juventud como miembro comunista en la liberación de Paris, en agosto de 1944, para luego incorporarse como teniente en el ejército francés de ocupación en Alemania y posteriormente darse de baja en su carrera militar y desarrollar su actividad política y de escritor. Morin renunció igualmente al movimiento comunista y en la actualidad es un duro crítico de esa corriente política, denunciando que “Socialismo del siglo XXI son palabras vacías”.

Edgard Morin es considerado con justicia como un maestro de la vida por sus numerosas publicaciones-mas de 60 libros-, escritos, conferencias y entrevistas en las que destacan sus novedosas ideas sobre la educación, la importancia de la formación en valores, su interesante Teoria del Pensamiento Complejo y su propuesta de Los siete saberes básicos de la educación del futuro.

Jean-Jacques Rousseau: Vivir es el oficio que quiero enseñarles

Las visionarias reflexiones de este filósofo francés adquieren gran relevancia en los turbulentos tiempos de cambio que está confrontando la sociedad global, en un contexto de alarmante déficit de valores y principios que salpica prácticamente todos los aspectos del quehacer humano individual y social y en el que lo único predecible es la incertidumbre. Frente a estas preocupantes circunstancias, Edgard Moran propone una educación que enseñe aprender a vivir, resaltando que la aventura del conocimiento y la aventura de la vida “hablan el mismo lenguaje”y que se aprende de las experiencias individuales, del apoyo inicial de los padres, luego de los maestros, pero igualmente de los libros, la poesía y los encuentros sociales.1

Al referirse al papel de las instituciones educativas, Moran insiste en que la función fundamental de la escuela debería ser la de “ formar adultos más capaces de afrontar su destino, más capaces de hacer florecer su vivir, más capaces de conocimientos más pertinentes, más a capaces de comprender las complejidades humanas, históricas, sociales y planetarias, más capaces de reconocer los errores y las ilusiones del conocimiento, en la decisión y en la acción, más capaces de comprenderse los unos a los otros, más capaces de  afrontar las incertidumbres, más capaces de afrontar la aventura de la vida”.2

En sus análisis y comentarios relativos a las nuevas realidades globales y en especial a la influencia del cambio científico y tecnológico, Morin advierte que “el humanismo está en regresión bajo el impulso tecno económico” y denuncia que por desgracia la escuela y la universidad actúan cada vez más bajo la presión de lo que él denomina la “vulgata tecno-económica dominante entre los políticos y los empresarios”, lo que genera que estas instituciones tiendan a operar bajo criterios impuestos de eficiencia, rentabilidad, competitividad en procesos en los que lo cuantitativo destierra lo cualitativo.

Bajo las condiciones referidas se deduce la dificultad de lograr una educación que pueda enseñar aprender a vivir como lo propone Morin, ya que escuelas y universidades orientadas básicamente para el desarrollo de la lógica empresarial y en atención a las exigencias del mercado fallan en la formación de jóvenes dotados de sentido crítico y que al ser motivados fundamentalmente como futuros consumidores pasivos y profesionales para ganar mucho dinero son corrompidos, y como lo destaca Morin pierden de vista el valor del conocimiento en sí, entendiendo el conocimiento para hacerse mejores. Por lo que se impone “la necesidad de promover con firmeza la función social y civil de la educación.”

Los temas de la ética, de la comprensión humana y de la democracia constituyen, a nuestro juicio, uno de los más valiosos y pertinentes aportes de Edgard Morin en sus consideraciones para ajustar la educación a las demandas de los nuevos tiempos, especialmente en el contexto latinoamericano azotado por la crisis de valores, el déficit de capital social o de cultura cívica y las crecientes amenazas a la democracia. Por ello Moran destaca en sus Siete saberes básicos para la educación del futuro la relevancia de la ética del género humano, no solo como ética individual sino dentro del grupo humano al que se pertenece para lograr el comportamiento moral en el contexto social, lo que supone promover una ética valida para todo el género humano, similar a los derechos humanos y en la que se promuevan los valores del respeto mutuo activo, la solidaridad, la igualdad y la libertad que son además fundamentos del capital social requerido para asegurar la democracia como sistema político que para Morin debe lograrse como algo común en todos los países del mundo.

No hay dudas que las tesis de Moran sobre la educación requerida para enfrentar los retos actuales y del impredecible futuro, adquieren gran relevancia cuando se asoman perversas corrientes populistas y totalitarias que, en alianza con los promotores del globalismo y del llamado estado profundo representan serias amenazas a la libertad y la democracia. Por ello se hace impostergable el llamado a reorientar el proceso educativo, en todos sus niveles para incorporar la educación en valores y confrontar esos reales peligros, facilitados por la miopía de los llamados academicistas puros  que no entienden el riesgo de una educación que pueda ser manipulada por corrientes retrogradas y carentes de valores que solo han llevado miseria y violacion de derechos humanos en los pueblos en donde se han impuesto.

Por todo lo anterior insistimos con Morin que no existe la escuela neutra, ni puede permitirse una universidad autista o indiferente a los retos de cambio planteados.  La enseñanza y práctica de la ética y la educación en valores debe ser la asignatura más importante del proceso educativo, y la universidad debe ser promotora y sin complejos del patriotismo y de los valores de la democracia y la libertad, que son además condiciones imprescindibles para garantizar su autonomía.

1.Morin, Edgard,  Enseñar a Vivir.Manifiesto para cambiar la educación, Biblioteca Edgard Morin, versión eBook Kindle,2016.

2.Ídem.

  • Ex Rector Universidad Metropolitana, Caracas. Ex embajador de Venezuela en Canadá

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