Ricardo Escalante
Los gobernantes autoritarios hacen todo cuanto está a su alcance para perpetuarse y para satisfacer su voracidad económica y la de los suyos, dilapidando y comprometiendo los intereses y las posibilidades futuras de las nuevas generaciones. Sus ambiciones son desmedidas y temerarias.
Uno de esos actos se acaba de ver en Nicaragua, donde Daniel Ortega presentó a la Asamblea Nacional un proyecto de ley para otorgar a un consorcio chino la concesión para construir y operar un canal interoceánico por cien años (cincuenta prorrogables), sin que la opinión nacional hubiese sido informada en detalles y menos aún consultada.
Las negociaciones, que tras bastidores habían venido ocurriendo durante un buen tiempo, tienen visos de afectar el interés nacional de los nicaragüenses , al contemplar la participación de la República en apenas uno por ciento en las utilidades a ser generadas por el funcionamiento de la nueva vía de comunicación marítima. Se habla de un futuro aumento de esa cantidad, pero la sociedad nica tiene derecho a preguntarse qué se pretende con un hecho de esa naturaleza. ¿Hizo licitación? ¿Cómo y cuándo?
En repetidas oportunidades la honestidad de Ortega ha sido puesta en duda, al ser acusado de usar para fines personales y de sus socios, los recursos provenientes de Petróleos de Venezuela y de otros entes. Nicaragua ha recibido cuotas de petróleo venezolano a precios preferenciales y bajos intereses, sin que se conozcan los estados de pago correspondientes. Parte de esos crudos son revendidos por la empresa Albanisa en los mercados internacionales, y las ganancias se distribuyen entre funcionarios nicaragüenses y venezolanos.
Sin que se hicieran los estudios de impacto ambiental y económico del proyecto, el dirigente sandinista pretende hacerlo aprobar en apenas cuatro días. ¿Por qué? Ahh porque no quiere que salga a relucir lo que intenta esconder bajo la alfombra. ¿Será razonable que, por ejemplo, la autoridad del canal a ser designada reciba apenas diez millones de dólares por parte de los chinos durante diez años? ¿No tendrán derecho los nicaragüenses a saber si esa cantidad es justa o es irrisoria? En principio, pareciera que otro se va a llevar la parte del león y que Ortega y sus amigos quedarán buchones.
¿Por qué hay que desconfiar de ese líder “popular”? Pues porque carga a cuestas una pesada carga de hechos reñidos con la moral y la ley: Violaba a su hijastra Zoylamérica Narváez y la obligaba a tener relaciones sexuales con terceros. La perseguía con saña. Se apropió ilegalmente de una casa de un banquero somocista, Jaime Morales Carazo, a quien con el paso del tiempo convirtió en vicepresidente de la República. Atropella a los opositores y procede como un caudillo de estilo chavista.
Sus argumentos, sin bases sólidas, consisten en que el Producto Interno Bruto pasará de 4 por ciento a 10.8 por ciento y el empleo se triplicará, al pasar de algo más de 600 mil puestos a más de 1.9 millones. Se llena la boca diciendo que, además, uno de los efectos positivos de la monumental obra será la desaparición de la economía informal.
Por todas esas cosas, en Managua se escuchan voces de alarma y preocupación. Los sectores disidentes hablan sobre el tema, mientras el Presidente apresura sus gestiones para que los regímenes del Alba manifiesten su regocijo por la envergadura de su obra y la magnitud de sus implicaciones. El costo estimado del canal oscila entre 40 mil y 50 mil millones de dólares.
¿El autócrata saldrá incólume de esta nueva treta?