por Guillermo Cochez /Washington D.C.
El organismo regional más antiguo del mundo está próximo a expirar. Diversas causas servirán para que esta próxima muerte sea decretada por los forenses que la dictaminarán; por eso será difícil escribir un epitafio sobre su tumba, la cual hemos ayudado a cavar todos los miembros de la misma; su actual secretario general se le conocerá como el «Enterrador».
El muerto será la Organización de los Estados Americanos, la OEA. Su funeral será en la calle 17 y la avenida Constitución de la capital de Estados Unidos de América. Cuando se lleve a cabo no habrá oficiantes del triste episodio ni deudo ni pariente que la llore. Algunos celebrarán en privado ese final donde dirán que culminaron todas las acciones que por años llevaron a cabo para socavar, debilitar y finalmente enterrar al hoy solitario cadáver. Los derechos humanos del continente serán menoscabados y los planes para erradicar la democracia en el continente y reemplazarla con esos «ismos» pasados de moda y probados fracasos que tanto daño han hecho a países como Cuba y Venezuela y su comparsa de interesados amigos y que extrañamente han contagiado a históricos demócratas suramericanos.
Aunque muchas reseñas sobre su desaparición se escribirán, a pocos les interesará el tema. Más bien se sentirán cómodos con el suceso: dejarán de pagar cuantiosas cuotas para que el muerto en vida subsista; no tendrán que preocuparse por la Comisión o la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Después de todo esos «derechos» son inventos de los capitalistas gringos para impedir el desarrollo de las democracias «emergentes» y «revolucionarias» del siglo XXI.
Lo ocurrido el 10 de enero en Caracas, cuando no se pudo juramentar su enfermo presidente, ausente de su país por su condición médica en 2012 por un total de 201 días, es un atentado contra la democracia y una violación flagrante a la Carta Democrática de la OEA, que esgrimieron cuando fue desalojado del poder en 2009 Zelaya y cuando constitucionalmente en 2012 fue separado de su cargo Lugo. Lo peor es que quien ha bendecido ese antidemocrático hecho -dejar desde ese día a Venezuela en acefalía de poder- lo sea el custodio de la Carta Democrática de la OEA, el secretario general Insulza, diciendo que allí no ha pasado nada, a pesar de reconocido bagaje jurídico y destacados logros democráticos.
La muerte de la OEA se ha venido cocinando desde que ese señor la dirige. A fuego lento, con mucha ayuda de los que hoy violentan sus principios, los cuales fueron tolerados indiscriminadamente. Por temor y cobardía nunca se les puso freno. Dudo que la OEA hará algo en este caso. Para eso, mejor es que terminemos con esta farsa de organización y no gastemos tantos recursos humanos y económicos en mantenerla con respiración artificial, como tienen algunos países a sus sistemas políticos.