Estos rostros, estos pañuelos rojos tapándolos, esta imagen soez del adversario político, esto injustificable, obsceno, barato, esto es lo que Venezuela no puede ignorar, el malandraje, los pranes, la violencia, además de la traición a los valores, las violaciones constantes a la Constitución, los ataques a los medios, a los venezolanos que no comparten el horror. Esta imagen es lo que no podemos aceptar y no queremos ser. Véala bien. Sus hijos, sea usted chavista o demócrata, pueden ser los agredidos, los heridos, los muertos. Estamos confrontando la mentira, el poder absoluto y prepotente, corrupto, amargado y armado.” Es un compromiso que tenemos que cumplir, Venezuela quiere paz”. Capriles, ese al que ponen sostén, tetas, al que morbosamente llenan de insinuaciones chabacanas e hirientes y deforman en figuras sucias, está claro.
Estamos confrontando la mentira, el poder absoluto y prepotente, corrupto, amargado y armado
por Isa Dobles
Esta es la Venezuela que no somos, que no puede ser, que nos agrede y nos ofende, que lastima nuestra identidad y nos descalifica frente al mundo que hoy la ve en estas imágenes lastimosas y vulgares.
Como escribe Fernando Mires y navega multiplicándose en la red:”
“……Decir la verdad, sea donde sea, duela a quien duela, y aunque se venga el mundo abajo, es tarea de santos y mártires, casi nunca de políticos. Capriles, en cambio, la asume políticamente. Quizás por eso se le ve más suelto; incluso más libre, en sus discursos. Ha bebido del néctar de la verdad; y lo goza. Ya no se preocupa de frases hechas; está más allá de los cálculos, de las poses pre-concebidas y de los comunicadores profesionales. Yo diría, más allá de la política ritual. Esa es la razón por la cual frente a Capriles, Maduro, un personaje altamente ideologizado y mitómano hasta los huesos, se ve, a pesar del carisma que succiona del presidente muerto, como un ser sin vida propia, o como uno de esos pobres hombres que nunca han podido superar el complejo paterno («Yo soy hijo de Chávez») y que, por lo mismo, nunca serán definitivamente adultos. Maduro vive bajo el amparo mítico de su padre muerto, la fase más pubertaría de su vida política. Capriles, en cambio, es, o ha llegado a ser, un político adulto…..”
Solo la verdad, es decir, la disencia frente a la no-verdad, nos convierte en seres adultos.
La verdad nos hace libres; entre otras cosas, libres de la mentira. La verdad puede ser, por eso mismo, violenta (Hannah Arendt) Pues debajo de cada mentira hay una verdad, y cuando la verdad irrumpe en la superficie, destroza a una mentira. Eso a veces duele. Pero, a la vez, no hay nada más bello que vivir bajo el imperio de la verdad. Quien la ha conocido no la abandonará jamás. Quien la dice, llenará su vida con un placer incitante; me atrevería a decir: erótico.
Tengo la impresión de que Capriles abandonó todo cálculo, toda estrategia y toda táctica inútil. Está diciendo, cada vez que habla, la verdad. Quizás, más allá de toda encuesta, pronóstico, resultado, o lo que sea, un político, en este caso Capriles, ha optado por decir la verdad. Y así, aunque pierda, que no lo creo, ganará”.
Isa Dobles