Para la población indígena del Amazonas, la Iglesia católica juega un papel especial. Christoph Strack opina que el Papa debería atender la recomendación de permitir a hombres casados ejercer como sacerdotes.
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DW
«La realidad es superior a la idea». Esa fue una las frases clave de la primera encíclica del papa Francisco, publicada a finales de 2013. Bajo el título «Evangelii gaudium” (La alegría del Evangelio), sonaba a nuevo comienzo, a un intento de pensar en personas concretas, en sus necesidades y esperanzas. Es una de las frases que mejor explican el impulso que mueve al Papa ante el Sínodo del Amazonas,que da comienzo el domingo (6.10.2019).
El Papa verde
Al contrario que a los dogmáticos y los ideólogos, cualquiera que sea su color teológico, a Francisco le importa la situación de la gente en el imponente espacio amazónico y la amenazada existencia de los indígenas. Y también le importan los «pulmones verdes” de la Tierra, la tala y quema de árboles, la destrucción del medioambiente y los crímenes contra la Creación.
Los enormes incendios del Amazonas conmocionaron en los meses pasados a personas de todo el mundo. Todavía sigue habiendo superficies ardiendo, pero la atención mediática ya no está allí. Francisco ya conocía de antes la catastrófica situación y ahora tampoco la ha olvidado. El Papa hará repetidas advertencias al respecto a la comunidad internacional durante el Sínodo. Ojalá sean advertencias drásticas. El primer Papa que se hizo llamar Francisco por el santo italiano que se dedicó a los animales, es un Papa verde, más allá del color político. Y su corazón se abre cuando puede mostrar su afecto hacia personas sencillas y sensatas movidas también por esa convicción.
Francisco siente solidaridad con los marginados. En este caso, los habitantes originales, aquellos indígenas que padeden opresión y sufrimiento en los países amazónicos. Para las multinacionales y los grandes propietarios de tierras son una molestia, porque, para ellos, la tierra es sagrada. Y hoy la Iglesia se posiciona de su parte de manera más decidida que antes.
Uno de los grandes cardenales de Latinoamérica, el brasileño Cláudio Hummes, sacerdote desde hace más de 60 años y persona con mucha más experiencia pastoral que muchos de los críticos del Papa en sus idílicos destinos romanos, no se cansa de advertir que el 80 por ciento de las comunidades del área amazónica solo ven sacerdotes de forma irregular (y eso significa pocas veces al año). En tiempos de iglesias libres crecientemente fundamentalistas, eso es algo que debilita a las comunidades, a los creyentes. Porque la Iglesia vive en su esencia de la celebración conjunta de la Eucaristía y esta Eucaristía liga la Iglesia con el sacerdocio. Hummes recuerda también en estos días que hombres y mujeres de la Iglesia ya fueron asesinados en la Amazonía y que temen por su vida. Es una situación más que dramática.
Sería de esperar que este Sínodo recomiende al Papa que permita que algunos hombres casados que cuenten con una posición sólida en la Iglesia accedan al sacerdocio. Esta cuestión se menciona expresamente en la carpeta de trabajo del Sínodo (y ya solo por eso vociferan «herejía” y «apostasía” quienes se oponen a Francisco). También sería de esperar que el papa Francisco siguiera esta recomendación y no vuelva a amilanarse. Porque, como he dicho, se trata de la vida espiritual de personas y comunidades amenazadas existencialmente. Francisco podría dar este paso. Porque el permiso para que hombres casados ejerzan el sacerdocio no viola ningún dogma. La dispensa para otorgar ese permiso compete solo al Papa.
El odio de los críticos de Francisco
Estos días preocupa en Roma la vehemencia y el odio con los que los críticos del papa Francisco proclamarán el estado de emergencia. En este odio contribuirán los círculos conservadores de derechas de los Estados Unidos, para los que el «trumpismo» es el nuevo Evangelio, donde incluso los obispos hablan de «herejía» (por la que antiguamente la gente era quemada) y algunas personas con su nombre real desean por Twitter la muerte de este Papa.
Pero la Iglesia en Alemania y en Europa solo sobrevivirá si se transforma. Poco a poco. Si el sacerdocio en el Amazonas sigue siendo clerical y, de facto, un puesto de poder, morirá en aquellas regiones y arrastrará consigo a la Iglesia. El Sínodo del Amazonas puede y debe impulsar una reflexión sobre la esencia de la Iglesia. En el Vaticano y también en Alemania. Entonces puede que haya cambios. Pero, hasta que llegue ese momento, hay un largo, muy largo camino. Al fin y al cabo, la Iglesia y este Papa están ahora debatiéndose con conflictos que el Concilio Vaticano II (1962-65) echó a andar con su apertura al mundo y que, desde entonces, fueron activamente reprimidos o combatidos sobre todo desde arriba. Se trata de conflictos duros, pero que son necesarios. Y en el trasfondo de todo ello está la frase: «La realidad es superior a la idea”.