Ramón Peña
La guillotina empleada por el régimen para decapitar a la prensa crítica –esa que incomoda a toda dictadura- es una engañosa entidad bautizada con el apelativo de Complejo Editorial Alfredo Maneiro (CEAM). Nombre falaz, porque las editoriales no existen para borrar la obra escrita, sino para estimularla e imprimirla, y el rol de este engendro no ha sido otro que restringir y hasta suprimir, a conveniencia del oficialismo, la importación del papel periódico que requieren los diarios independientes. Por cierto, imprescindible que sea importado porque Chávez acabó con la producción papelera nacional. Quienes conocimos a Alfredo Maneiro (1937-1982), filósofo, fundador del partido Causa R, imaginamos que se sentiría avergonzado de que su nombre sea utilizado para denominar este artificio de censura.
Desde 2013 hasta la fecha, el tal CEAM ha contribuido a la desaparición de 55 periódicos, según registro del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) de Venezuela. Su más reciente víctima es el diario El Nacional, el cual circulaba desde el 3 de agosto de 1943.
Por la privación de papel y el acoso político y judicial, las páginas de El Nacional se fueron adelgazando hasta el silencio. Luctuosa noticia para quienes crecimos abrevando en las diversas secciones de este diario, el más completo y ameno del país durante décadas, de notable calidad en política, en arte, en deportes, en cultura, en imágenes y manchetas. Atributos que le imprimía una selecta pléyade de periodistas, a quienes hoy quisiéramos honrar evocando algunos nombres, encabezados por el de su propio fundador Miguel Otero Silva y de otros como: José Moradell, José Ratto-Ciarlo, Arístides Bastidas, Pedro León Zapata, el fotógrafo “Gordo” Pérez, José Pulido, Miyó Vestrini, José Emilio Castellanos… Gente que hizo de El Nacional uno de los mejores diarios de América.
La Patilla