Bueno, según una encuesta reciente, el 17% de los estadounidenses cree que así es.
Otro 30% cree que a Donald Trump le robaron las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2020.
Un 36% adicional piensa que la pandemia de covid-19 fue deliberadamente planeada por una élite global.
Si hemos de guiarnos por estas cifras, un número preocupante de estadounidenses creen que la realidad no es lo que parece o incluso defienden las teorías de la conspiración conocidas colectivamente como QAnon, que se ha convertido en una especie de culto cuasi-religioso desde su aparición en 2017.
La doctrina general de QAnon es que el «estado profundo», una supuesta red secreta de élites globales con su propia agenda política, maneja los asuntos mundiales.
Aunque esto pueda parecer ridículo, hay un elemento de esta doctrina que durante mucho tiempo se tomaron muy en serio los filósofos: que, por lo que sabemos, nuestra comprensión del mundo que nos rodea está profundamente distorsionada.
Fue el célebre filósofo y matemático francés René Descartes quien en el siglo XVII articuló esta idea, a menudo mencionada como duda radical o escepticismo, en sus «Meditaciones metafísicas».
Al darse cuenta de que muchas de sus creencias anteriores eran erróneas, Descartes planteó que un «genio maligno» todopoderoso podría estar engañándolo sistemáticamente sobre sus convicciones más básicas, algo muy parecido a la creencia de los seguidores de QAnon acerca de cómo el supuesto estado profundo nos engaña en la actualidad.
A partir de esto, Descartes se propuso demoler cualquier creencia que no fuera «completamente cierta e indudable», y luego «comenzar de nuevo desde los ‘cimientos'».
El «Mesías» Trump
Así como Descartes buscaba certezas sobre el mundo, los seguidores de QAnon (conocidos como QAnons) esperan el día del juicio que habría profetizado su líder anónimo, una figura a la que llaman «Q» o «la tormenta».
Como han señalado las investigadoras sobre radicalización Mia Bloom y Sophia Moskalenko, este es el supuesto día en el que Trump arrestará a aquellos que sostienen el estado profundo y los enviará a la Bahía de Guantánamo o los ejecutará.
La gente podrá entonces celebrar el «gran despertar» y haberse liberado de su engaño.
En las semanas previas al ataque al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021 permanecieron inquietantemente silenciosos, pero hubo algunos QAnons de alto perfil involucrados en el motín.
La tormenta debía ocurrir el 20 de enero de 2021, día de la inauguración presidencial en EE.UU. Sin embargo, en lugar de desmantelar el estado profundo, Trump abandonó la Casa Blanca.
Decepcionados, los QAnons o se reafirmaron en sus convicciones o se alejaron del movimiento.
Eso fue hasta noviembre de 2022, cuando Trump anunció su campaña presidencial para 2024.
Después de dos años, la figura mesiánica de QAnon había regresado, y desde entonces ha galvanizado a los QAnons para nuevamente librar la batalla contra el estado profundo.
El 11 de febrero publicó en su plataforma Truth Social un llamado a las armas: «2024 es nuestra Batalla Final. Con vosotros a mi lado, demoleremos el Estado Profundo… derrocaremos a los Medios de Noticias Falsas, drenaremos la charca y liberaremos a nuestro país de estos tiranos y villanos de una vez por todas».
Descartes encontró certezas en su capacidad de pensar: «Pienso, luego existo» es su cita más famosa.
La idea es que, incluso aunque dudara de su propia experiencia corporal, no podía dudar de su existencia como sujeto pensante. En definitiva, dudar si efectivamente estás pensando es, en sí mismo, una forma de pensar.
Esta certeza, bautizada como el «Cogito», le daría a Descartes los instrumentos básicos para escapar del hipotético engaño de ese «genio maligno».
En el mantra general de QAnon parece imperar un «Cogito» diferente. «Donde va uno, vamos todos».
Este es un llamado a la solidaridad entre los QAnons para «confiar en el plan», la profecía de Q de que Trump se impondrá al estado profundo.
¿Pero no implica eso que hay al menos algo en el mundo en lo que vale la pena confiar?
Si no lo hubiera, para empezar sería difícil siquiera concebir un plan en el que confiar, y costaría también entender cómo los QAnons podrían confiar entre ellos.
Así, la misma existencia de QAnon debe presuponer un grado de confianza, lo cual es una certeza fundamental para los QAnons.
Un refugio social y existencial
Muchos QAnons «confían en el plan» porque dicen sentirse temerosos, ansiosos y aislados en el mundo.
Parte del crédito que entre ellos han ganado las teorías conspirativas y Trump puede deberse a que han aprovechado este aspecto emocional vulnerable.
Como cualquier buena teoría de conspiración, la de QAnon afirma ofrecer a sus devotos refugio social y existencial frente a el estado profundo.
Como cualquier buen salvador, Trump promete destruir ese estado profundo. Esto podría explicar por qué su campaña presidencial de 2024 ha coincidido con un renovado apoyo a QAnon.
En última instancia, QAnon se sustenta en una confianza que hunde sus raíces en el miedo y la ansiedad.
Si los supera, uno tiene más posibilidades de escapar de su dominio. Como sucede en general con cualquier tipo de miedo, el valor es el antídoto típico.
Los QAnons tienen una red de apoyo esperándolos, como comprobaron muchos de los que buscaron terapia en línea para recuperarse tras la decepción de la salida de Trump de la Casa Blanca en 2021.
Solo necesitan el valor de buscarla fuera de su círculo.
* Taylor Matthews es investigador en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Southampton. Este artículo apareció en The Conversation. Puedes leer la versión original en inglés aquí.