En los años cincuenta era común calificar a la mayor parte de los países latinoamericanos de republicas bananeras porque las mayoría de los países de la región estaban gobernados por generales panzones con el pecho lleno de medallas, por supuesto ninguna ganada en combate.
El tiempo ha mejorado algo la caricatura que ejemplarizó la comíquita de Tintin con el llamado general Tapioca y hoy hay más civiles gobernando que militares, tal vez, porque estos han entendido que se manda mejor y con menos riesgo tras bastidores.
Sin embargo, si bien las republicas ya no son bananeras porque otras son las materias primas que tienen valor en los mercados mundiales, los noveles jefes de Estado conservan, en muchos casos, los mismos vicios y deformaciones de sus antecesores militares.
En el caso de Venezuela la situación se ve hoy agravada por considerar el presidente que el petróleo no es de todos, sino de quien manda y con ese concepto de riqueza súbita disponible se han hecho todos los desaguisados que nos han conducido al desastre humanitario en el que está sumida la otrora Tierra de Gracia.
Será qué estamos obligados a padecer para siempre lo que con tanta claridad expresó el gran Francisco de Quevedo cuando dijo al referirse al oro:
Es tanta su majestad,
Aunque sus duelos hartos,
Que aún con estar hechos cuartos
No pierde su cualidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero