Misurasata: eterno resplandor de un movimiento indígena
En aquellos tiempos, la caída del muro de Berlín, las connotadas sentencias de Margaret Tatcher en contra del socialismo, la prepotencia de Ronald Reagan, la ingenuidad casi edénica de Mijail Gorbachov regresando de sus vacaciones y el cómico alcoholismo de Boris Yeltsin, eran tan insignificantes cuando tenías una pantallita de televisor en blanco y negro, importada de algún país no alineado, recordándonos que en Costa Rica vivía feliz el payasito Ronald Mc Donald y que habían calcetines con dibujitos, rayados, lisos o policromáticos en oferta en el susomentado Mall San Pedro. La realidad solía llegarnos cuando se musitaba en los medios oficiales, la posibilidad de acuerdos de paz entre indígenas separatistas financiados por la CIA y el gobierno sandino socialista. (Estamos de acuerdo en que las cursivas son connotaciones del contexto, ¿si?)
Mientras yo vivía mi infancia sin comprender tantas noticias dolorosas, ya habían transcurrido muchos años de una cruenta guerra entre los pueblos del Caribe y el gobierno revolucionario. Pero aún seguía recordándose a flor de piel la Navidad Roja, el éxodo Mískito, el asentamiento de Tasba Pri, entre otros sucesos, pero ya mediatizados por el desarme. Aplacados y suavizados por la formación de un partido político – YATAMA – que sustituiría la fuerza, nervio y esencia de uno de los movimientos indígenas más importantes de la lucha autonómica en América Latina. Donde antes convergían amplias colectividades culturales del Caribe Nicaragüense, en un bloque de resistencia inter-étnica que perseguía la consecución de sus derechos aboriginales y sociohisóricos. Hoy en día, reflejada en la autonomía regional, pero – sin menoscabar un legado tan deseado por muchos otros pueblos indígenas del continente – tal conquista dejó muchas tumbas, familias indígenas desarticuladas por la violencia, una marca indeleble de la guerra entre pueblos hermanos y el golpe más duro para su historia: La traición de sus líderes. Aquellos que le dieron rienda y savia a estos pueblos, hoy se sientan plácidamente al lado de sus antiguos enemigos, se codean con los que una vez acusaron de etnocidas, y hoy disfrutan bien sentados en la misma mesa de la impunidad, los manjares del poder.
Pero la gota que derramó el vaso fue la reivindicación territorial de MISURASTA, cuando sin pelos en la lengua, éste le exige que no estaticen las tierras comunales indígenas. Esta resistencia al proyecto revolucionario – el cual pretendía integrar las tierras del Caribe bajo la lógica administrativa de la reforma agraria al engranaje del emergente modelo económico socialista – caldeó las tensiones estructurales y prendió la prepotencia del gobierno. Donde éste, sin tapujos le declara abiertamente la guerra en foros nacionales e internacionales, prolongandose por defecto en amargos sucesos conspirativos, persecusiones y genocidios que llegarán a conciliar en un relativo entendimiento con la promulgación de la ley 28 de autonomía en 1987. En este contexto se desarticula MISURASATA (luego del desarme, el cual sin embargo dejó brotes aislados de violencia en las montañas del Caribe hasta finalizar el régimen sandinista) para institucionalizarse como un partido político y así participar en 1990 en la dinámica electorera nacional y regional como YATAMA, año en que comienzan a funcionar los consejos y gobiernos regionales autónomos.
Pero haciendo una breve reseña, fue desde 1981 a 1986 cuando el conflicto armado afloró en todo su doloroso esplendor bélico, dirigido por sus líderes Mískitos: Brooklyn Rivera y Steadman Fagoth. Los cuales, muchos años después traicionarían a su mismo pueblo y demás pueblos del Caribe Nicaragüense.
Las imágenes reflejan más de lo que pueda interpretarse a simple vista, pues el contexto no es para menos. Pues estamos en presencia de unos retratos que no han sido oficialmente divulgados por los archivos históricos a nivel institucional, pues las que se conocen de esta época es la clásica parafernalia fotográfica de los revolucionarios sandinistas del pacífico de Nicaragua; los barbudos, mechudos, osados que salen combatiendo en las montañas a la guardia Somocista o a la misma contrarrevolución. Las típicas donde están en las barricadas en algunos pueblos de la Nicaragua mestiza y las fetichizadas donde aparecen entrando a la plaza luego de la ofensiva final.
Evidentemente es la historia de los vencedores la que se lleva la pompa heroica. En estas fotografías verán la otra cara de la historia. Verán en formato visual, la versión histórica de la otredad.