Octubre 1962: Al borde de un cataclismo nuclear

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José Ignacio Moreno León

Con el derrumbe del Muro de Berlín, producto de la presión popular que logró la reunificación de Alemania y  la progresiva implosion del férreo sistema comunista que imperaba hasta entonces en la llamada Unión de Republicas Socialistas Sovieticas (URSS), mejor conocida como Unión Soviética, se generaron trascendentales acontecimientos que, en una rápida secuencia, entre 1989 y 1991 pusieron fin a la  época de la Guerra Fría o del mundo bipolar que se había iniciado, a raíz del cese de las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

Fue ese un período de más de cuatro décadas, caracterizado por recurrentes tensiones entre los dos grandes bloques de poder que se disputaban la hegemonía mundial, la URSS y los Estados Unidos y que, en ocasiones, estuvieron a punto de arrastrar a la humanidad a una conflagracion atómica apocalíptica. Y ese Armagedon bíblico pudo haber acontecido si la Unión Soviética hubiese persistido en su intento de establecer las bases de misiles balísticos, con cabezas nucleares  de mediano alcance (4000 km), capaces de impactar vastas regiones de los Estados Unidos que, con la anuencia del régimen castrista, había comenzado a instalar sigilosamente en Cuba.

Esa tensa situación que se denominó la “ Crisis de los Misiles” o “Crisis de Octubre” y ocurrió en los días aciagos entre el 22 y el 28 de octubre de 1962, cuando el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, conminara al entonces jerarca sovietico Nikita Kruschev a desmantelar las primeras bases de lanzamiento de esas armas termonucleares, las cuales habían sido descubiertas por aviones espías del país del norte, luego de que los servicios de inteligencia del gobierno francés advirtieran a la CIA que los sovieticos estaban instalando esas bases con el arsenal bélico referido.

Conviene resaltar que la instalación de esas armas letales, con la complicidad del régimen castrista, -que el 1 de mayo de 1961 había declarado a Cuba como República Socialista, aunque no satélite soviético-, fue la respuesta de Fidel Castro a los planes de invasion de los Estados Unidos, cuyo gobierno un mes antes, el 1 de abril, había promovido un intento fallido con la fracasada invasion de Bahía de Cochinos apoyada por la CIA y efectuada por un grupo de exilados cubanos.

A partir de entonces el régimen cubano se enfrascó en un activo plan armamentista financiado por la Unión Soviética; pero las amenazas desestabilizadoras continuaron a lo largo de 1961, mediante la llamada Operación Mongoose, con una serie de atentados encubiertos que no tuvieron ningún éxito y, al final, condujeron al embargo económico al gobierno de la isla, por los Estados Unidos, iniciado en febrero de 1962, el cual aún se mantiene.

La crisis de los misiles no devino en catástrofe porque el líder  sovietico, ante la presión del gobierno de los Estados Unidos, con el respaldo de la OEA y la intervención de U. Than, entonces secretario general de la ONU, aceptó desmantelar ese arsenal atómico, con el compromiso del gobierno  norteamericano de cesar en los intentos de invasión a Cuba.

Cabe destacar que, según algunos estudiosos del caso, se dice que en el diario de Kruschev, este anota que, previo al inicio de las negociaciones, Fidel Castro le había sugerido tomar la insólita iniciativa de un ataque nuclear, cuestión que el jerarca sovietico siempre negó, pero que, de haberse concretado, hubiera representado no solo la desvastacion atómica de vastas zonas de la costa este de los Estados Unidos, sino igualmente y como respuesta, la eventual desaparición de la isla caribeña. Hubiera sido ese el primer disparo atómico generador de una conflagración termonuclear de carácter global. Así se lo hizo saber el premier sovietico  al fogoso Caudillo cubano en cable que le enviara el 30de octubre de 1962, en el cual rechaza la propuesta de Fidel, quien en misiva del 27 de ese mismo mes sugería al jerarca ruso atacar con bombas nucleares el territorio de los Estados Unidos, lo que a juicio de Kruschev hubiera sido desastroso no solo para los Estados Unidos, sino igualmente para la Unión Soviética y todo el bloque socialista, incluyendo a Cuba. Lucia obvio que, en su furia antiyanqui, el mesiánico jefe cubano no supo evaluar las terribles consecuencias de su disparatada propuesta e ignoraba la ubicación del arsenal atómico que en diversos lugares de Europa y al alcance de territorios  de la Unión Soviética tenia para entonces ubicado el ejército de los Estados Unidos.

La “Crisis de Octubre” fue la ocasión durante el siglo XX, en la que la humanidad ha estado más cerca de una desvastadora guerra nuclear, y en la que el jefe del gobierno cubano, en los inicios de su revolucion socialista, pudo haber tenido una grave y fatal responsabilidad histórica, sino hubiera privado la cordura y la visión global de dicha crisis con sus eventuales repercusiones que obligaron al régimen sovietico a rechazar la insólita propuesta y desistir de su proyecto nuclear con base en la isla caribeña.

A 56 años de esa dramática “Crisis de Octubre” luce oportuno recordar que en sus últimos años, Fidel Castro estuvo alertando con frecuencia, sobre las terribles consecuencias de una nueva amenaza nuclear. Quizás los recuerdos de esos dramáticos momentos de hace más de cinco décadas en los que tuvo participación protagónica resonaban en la memoria y conciencia del senil caudillo y ello explique su preocupación de entonces   por un eventual cataclismo nuclear.

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