Juan José Monsant Aristimuño
Fueron los mismos tricornios que llevaron codo a codo a Antonio Torres Heredia, al Antoñito de Camborio, como poetizó Federico García Lorca, el más grande poeta de la España profunda, la de siempre, la del Cid, Cervantes, Manolete, Carlos V, Unamuno, Vitoria, Lola Flores, Serrat, Quevedo, Zorrilla, Sabina, Diego el Cigala, el Valdespeña, el olivo y el jabugo.
En esta oportunidad los tricornios de la Guardia Civil, no llevaban un gitano al calabozo, pretendían conducir España a un cuartel. Fue en ese 23 de febrero del 81, a las seis de la tarde, cuando el Teniente Coronel Antonio Tejero, pistola astra en mano, irrumpió con doscientos efectivos en el Palacio de las Cortes, donde los diputados votaban la investidura del nuevo Presidente Leopoldo Calvo-Sotelo, ante la renuncia del Presidente de la transición Adolfo Suárez, gritó: “ Al suelo todo el mundo”, al tiempo que hizo un disparo al techo para dejar sentado que hablaba en serio, mientras cascajos de yeso y madera caían al suelo.
Minutos después, en Valencia, el Capitán General Jaime Millans del Bosch, Jefe de la III Región Militar declaraba el estado de excepción e iniciaba la sublevación de conformidad con el plan acordado, en espera que se incorporaran el resto de las regiones militares.
Al inicio del día 24, a las trece y catorce horas, el rey Juan Carlos de Borbón, de 43 años de edad, desde el Palacio de la Zarzuela, vestido de Capitán General de los Ejércitos de España, apareció en la televisión para leer un breve pronunciamiento, en el cual concluía: “La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum.”
Pues nada, allí terminó la aventura autoritaria civicomilitar, de algunos impacientes militares, civiles y obispos.
Treinta y seis años después, el Rey Felipe VI de 49 años de edad e hijo del Rey emérito Juan Carlos y, por supuesto, más sobrio que su pícaro padre, hubo de poner orden en la casa; esta vez ante una sublevación contra la integridad territorial del Reino de España a iniciativa del actual presidente del gobierno autonómico de Cataluña Carles Puigdemont, que tuvo su antecedente en su antecesor Arthur Mas (2010-16) y del emblemático Jordi Pujol President de la Generalitat de la Catalunya entre 1980 y el 2003, quien lamentablemente terminó su vida pública en juzgados civiles y penales por asuntos de corrupción, al igual que Arthur Mas al que se le agregaron delitos contra la Constitución. El hecho es que Puigdemont exacerbó los ánimos, el nacionalismo y el enfrentamiento con el gobierno español dirigido por el enigmático Mariano Rajoy. Las acciones culminaron en la convocatoria de un referéndum que decidiría la independencia de Cataluña. Referéndum que se realizó a la manera de los actuales procesos electorales venezolanos; es decir, apresurados y sin transparencia.
La situación amenazó con salirse de la racionalidad, por lo que el Rey Felipe VI, portando uniforme de Capitán General de los Ejércitos, se dirigió a los españoles en un discurso que culminó así: “subrayo el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia, mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España”.
Llama la atención que Pablo Iglesias como la dictadura venezolana apoyan el movimiento secesionista catalán, por lo cual inferimos que Cuba, Corea de Norte, Bolivia, Siria, el FMLN, FSLN y la señora Kirchner igualmente conspiran contra la unidad de España, a pesar que Puigdemont y su partido son lo que ellos llamarían, de derecha.