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Juan José Monsant Aristimuño
Análisis Libre Internacional
Y pasó el mítico martes ocho de noviembre sin que se hubiere producido la ola o marea roja. Por supuesto no nos referimos a la “marea roja” que tanto da que hablar cuando se visualizan cada cierto tiempo en nuestras playas, y en lugares remotos para nosotros como Australia. Esa es causada por microscópicas algas cuando las condiciones ambientales de su entorno como la temperatura, ausencia de nutrientes, porcentaje de salinidad generan toxinas que pudieren perjudicar la salud humana y especias acuáticas.
Nos referimos a la esperada marea roja que se produciría el pasado martes, llamadas en los Estados Unidos votaciones de medio término, en las cuales los republicanos (de allí el rojo, por el color que identifica a ese partido, frente al azul de los demócratas) arrasarían sin contemplación con la presencia de demócratas en ambas cámaras, representantes y senadores, así como en las gobernaciones y legislaturas estadales. Todo lo cual, tal como se había venido configurando, garantizaría la candidatura presidencial para el 2026 del expresidente Donald Trump. Y por supuesto el periodo presidencial de Joe Biden y su administración, estaría neutralizado para cualquier acción diferente a la preparación del traspaso del poder.
Debo confesar que tenía dudas sobre este resultado, aún con la certitud que la inflación y la política migratoria estaban destrozando la imagen del Presidente, su gabinete y su Partido. Dudas de la marea roja, pero temeroso que el ala más retrógrada y elemental del electorado estadounidense se lograra imponer, cautivada por el populismo del ” Make America Great Again”.
El otro factor que fundamentaba mi duda, fue el comportamiento del residente floridano concentrado en el sur de la Florida, donde la numerosa presencia de una inmigración latina conformada por cubanos, venezolanos, nicaragüenses, argentinos, brasileños, hondureños y de unos años para acá de rusos, ha sido cautivada por una publicidad engañosa y despiadada en la cual votar por los demócratas era votar por los comunistas, por Maduro, Castillo, Petro, Diaz Canel y demás delincuentes entronizados en el poder, que han producido la mayor miseria y dispersión nacional planificada existente en el mundo.
Lo cierto es que el electorado estadounidense, votó racionalmente, ganó la democracia y lo que ella conlleva; hubo equilibrio entre el voto emocional y el consciente. El debate en las cámaras se dará como debe ser, ejerciendo control y equilibrio. Convivirá el pasado con el presente, el “statu quo” con los tiempos de cambio culturales e inevitables, porque estamos inmersos en ellos. Putin, por ejemplo es el pasado más remoto de la historia: el dominio, la grandeza nacional sustentada en el sometimiento y el “espacio vital”. También lo es, el patriarcado, las guerras religiosas, el supremacismo blanco, el antisemitismo y el telégrafo
Otro que ganó fue el actual gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis quien dobló los votos de su contrincante demócrata, y lo situó como el indiscutible candidato presidencial republicano, sin la sombra de Trump, que ya el partido se está desentendiendo de él; aunque hay dos o tres gobernadores de peso que podrían optar a tal nominación.
Definitivamente hay que redirigir políticas, interpretar el voto nacional, buscar el equilibrio entre el ser y el deber ser. El electorado se expresó, quiere resultados concretos a su vida diaria.
Breve,preciso,sin apoyos incondicionales en su revisión de lo acontecido en estos días en las elecciones para definir el futuro de las dos cámaras legislativas estadounidenses; con ojo crítico sobre la forma como se maneja la política electoral de ese país, el autor de este bien logrado artículo no deja de mirar a Latinoamérica y castiga a su izquierda extremista. Estaremos atentos a sus futuras contribuciones.