Una breve lectura a las migraciones internacionales

Miguel Bolívar Chollett *

Este es uno de los temas demográficos más difíciles de comentar en forma abreviada. Por lo menos tres razones justifican esa dificultad. En primer lugar, existe una falta de uniformidad en los criterios para definir con precisión lo que son migraciones internacionales. A veces no se tiene claridad sobre la naturaleza ni la temporalidad del fenómeno. Con frecuencia se solapan con el turismo estacional o con los contactos esporádicos que se realizan por asuntos laborales o de negocios. En segundo lugar, existen carencias, imperfecciones y discontinuidades en los registros y estadísticas que se usan para rastrear este fenómeno. Y, en tercer lugar, en su examen concurren valoraciones e implicaciones ideológicas, políticas, morales, laborales y étnicas. Tales circunstancias, por lo general, dislocan la razón y dificultan la posibilidad de darles un tratamiento ecuánime. No en balde constituyen un tema casi obligado en las agendas de trabajo de los encuentros gubernamentales Norte-Sur para definir tratados, convenios o, en general, relaciones bilaterales o multilaterales. Ciertamente, por su naturaleza, son procesos que necesariamente producen cambios culturales y sociales que las estadísticas nacionales o internacionales no están en capacidad de registrar adecuadamente. A riesgo de simplificar demasiado mis comentarios enfocaré mi atención en los movimientos migratorios laborales o de evidente motivación socioeconómica. En tal sentido hay que, asumirlos como movilizaciones “voluntarias” y con una expectativa de permanencia temporal en la localidad de destino como para concluir que se ha producido un cambio en la residencia habitual. Esta eventualidad, de por sí, introduce un fuerte sesgo de subjetividad en el análisis del fenómeno.

Por otra parte, con una situación mundial de tanta volatilidad política y socioeconómica en algunas regiones, en los años que siguieron a las dos guerras mundiales las migraciones contaron con una presencia significativa de desplazados y refugiados, así como de grupos nacionales desalojados como consecuencia de los desastrosos efectos de las confrontaciones. Pero también hubo expulsados y expatriados en razón de las alteraciones de las líneas fronterizas en el contexto de los nuevos acomodos y reacomodos geopolíticos mundiales. Me atrevería a afirmar que las estadísticas en ese aspecto indican básicamente tendencias más que stocks demográficos aproximados. Además, los años recientes han caracterizado una época en la que, de acuerdo con las señales existentes, las leyes migratorias se han endurecido en los países receptores de forma tal que una cantidad imposible de precisar está formada por personas que apelan a la condición de perseguidos o refugiados para superar los obstáculos de leyes claramente anti-migratorias. De igual manera, las migraciones de indocumentados o ilegales suelen ocurrir principalmente por razones laborales y de búsqueda de mejoramientos existenciales. Tales movilizaciones solamente pueden inferirse a partir de mediciones indirectas, de investigaciones especiales muchas de las cuales manejan supuestos e hipótesis de difícil comprobación. En condiciones “normales” solamente se puede estimar la dirección de las tendencias en virtud de que son movimientos que ocurren en paralelo con los procesos controlados de quienes son inmigrantes “legales”. Puede afirmarse que ambas tendencias responden a los mismos determinantes globales. No debe olvidarse que los movimientos migratorios son selectivos según el sexo, la edad y el estado de salud tanto individual como promedio de quienes toman la decisión de emigrar (Ni los enfermos, ni los de edad muy avanzada suelen estar entre los migrantes). Además, la decisión de emigrar va acompañada y estimulada por iniciativas psicológicas que encuadran en lo que algunos especialistas han denominado “la empatía”. O sea, la capacidad psicológica de ponerse en el lugar y en las circunstancias que dominan la emigración y la llegada al destino.

Para cerrar estas consideraciones introductorias, hay que señalar que, en ocasiones, los procesos migratorios internacionales se encuentran asimismo influenciados por los factores que inciden sobre los patrones internos. Tanto local como regionalmente, ya sean internos o internacionales, los migrantes son portadores de criterios y de atributos de identidad socio-cultural con grupos que ya se encuentran establecidos. Vale decir, la búsqueda de seguridad y solidaridad opera por igual en los casos de migraciones internas como en las internacionales. Esto permite rastrear y evaluar regionalmente la naturaleza de las relaciones entre las colectividades emisoras y las receptoras.  Las migraciones internacionales han cambiado sus dimensiones a través de los últimos doscientos años. Aunque, a decir verdad, en el último siglo los cambios han acaecido con mucha mayor rapidez. Además, vistos en una perspectiva de largo plazo, las migraciones mundiales de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI representan una modesta proporción si se las compara con las de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En efecto, la traslación transoceánica de europeos, entre 1850 y 1930, ascendió a más de 52 millones de personas; cifra equivalente a una quinta parte de la población europea de mediados del siglo XIX

La mayoría de los inmigrantes de fines del siglo XIX se orientaron hacia Norteamérica, especialmente hacia los Estados Unidos. El porcentaje más elevado tuvo su origen en las islas británicas e Irlanda. Esto ha sido profusamente ilustrado tanto por la literatura como por el cine. A los Estados Unidos de Norteamérica, llegaron inmigrantes desde los países escandinavos y Alemania. Hubo también otra movilización casi paralela proveniente de la Europa meridional y oriental, particularmente de Rusia, Polonia e Italia. Del mismo modo, hubo inmigrantes asiáticos en ese proceso. Entre los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial y los que antecedieron la Segunda, sobre todo en la década de los años treinta, salía de Europa aproximadamente un millón de personas como promedio anual.

En ese proceso Argentina y Brasil no se quedaron atrás. El país sureño llegó a ser el segundo foco de mayor atracción migratoria a fines del siglo XIX y comienzos del XX. En ese lapso Argentina recibió más de nueve millones de inmigrantes entre los que predominaban italianos y españoles. También se contaba una pequeña proporción de irlandeses y galeses. Ciudades como La Plata surgieron no como respuesta a la inmigración europea sino, más bien, para la inmigración europea. Más aún, el censo de población de Argentina de 1914, registró el hecho de que cerca de un 40 por ciento de la población del país austral estaba constituido por europeos. Por su parte, entre 1880 y 1935, Brasil recibió una cantidad superior a los cuatro millones de personas. Italianos, españoles, ucranianos, polacos y japoneses formaban el grueso de los colectivos migratorios que llegaron al país amazónico.

* Profesor Titular Jubilado de la UCV. Doctor en Ciencias Sociales (Mención Estudios de Población)

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