Visión desde Chile: Chavezcandanga

por Patricio Fernandez, The Clinic, Chile *

Las mayorías nunca son tontas. Cuentan con más radares que las minorías. Por algo deciden lo que deciden. Muchas veces, sin embargo, les cuesta otear el futuro. Las necesidades inmediatas obnubilan a las muchedumbres, y si éstas están apenas cubiertas, todo cambio implica un riesgo. Algo sabrá el pueblo venezolano que yo desconozco. A mí, sin embargo, Chávez me desagrada. No le creo ni una palabra a sus monsergas socialistas. Su devoción por Fidel, sin más, me lo desautoriza. A estas alturas, los Castro no son ejemplo de nada, salvo, quizás, de la capacidad para sobrevivir. Es cierto que no ha roto del todo con ella, pero la democracia no es algo que al “gordo Chávez”, como le llama Nicanor, le fascine. Ha intervenido medios de comunicación, su maquinaria publicitaria es inmensa y le gusta hablar como loro. Los discursos largos delatan a las almas autoritarias. Sus peroratas tienen demasiado verso malo. Abunda el sentimentalismo, la extorsión emocional, y promesas como las de una canción de amor despechado.

A los que reclaman por el pavimento de las calles, Chávez les pide que no sean materialistas y entiendan que aquello que los une es mucho más que eso. En Chile conocimos la cantinela contraria: que todo se jugaba en los problemas concretos de la gente, hasta que la gente se hastió, pero con sus calles pavimentadas. Chávez ha dicho que Venezuela terminó con el neoliberalismo para siempre, y aunque me carga el neoliberalismo, una declaración semejante me carga más todavía. Ha hablado de una educación bolivariana, con principios bolivarianos y moral bolivariana, y a mí, que vivo en un país enfermo de mercado, tal declaración me aterra. ¿Será que él es de izquierda y yo no? Tal vez. ¿Mantener en alto la bandera de la falta de respeto, de la consecuencia inexcusable, la obsesión egótica, el orgullo individual disfrazado de valores nacionales? Los convencidos de la democracia, debiéramos luchar contra esa izquierda. ¿Ser de izquierda es acaso repetir como loro las frases bien pensantes y desastrosas de una tradición tristemente célebre por sus fracasos? Yo prefiero esa izquierda que se define por la falta de respuestas claras, y que en lugar de un gran proyecto inamovible, tiene una suma de buenas interrogantes. Obsesivamente democrática, poco devota de los iluminados, atenta a todos los seres humanos. En Chile la idea de que todo se soluciona si hay una limpia competencia (cosa que, dicho sea de paso, jamás hemos tenido) está haciendo aguas. Son muchos los que piden más Estado. Se supone que la oferta y la demanda funcionando sin cortapisas sacaría a la luz lo mejor del ser humano. Pero no fue así: a un cierto punto, los pobres dejaron de crecer.

Los ricos siguieron agrandando sus fortunas, mientras sus empleados tocaban el techo de las aspiraciones permitidas. Pero si he de ser franco, en este reino de la vulgaridad y el abuso, hoy florecen demandas harto más ambiciosas que las de esos otros reinos de la bondad institucional. Acá los pobres ya no ruegan salir de la miseria, ni un pan con té que los caliente en la mañana. Vivimos en un mundo injusto, pero preferimos el estatus de pecadores, al de nación santa. No sabemos a dónde vamos, ni esperamos de rodillas que alguien nos lo indique. Los que somos de izquierda, de esta otra izquierda, preferimos al que escucha que al que discursea, al que duda que al fanático, la reforma a la revolución, y no tenemos para nada claro en qué consiste el hombre nuevo.

Enlace: http://www.theclinic.cl/2012/10/11/chavezcandanga/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *