Por Alfredo Michelena
Esta semana el vice-Presidente venezolano viajó a Moscú y los presidentes Chávez y Putín hablaron telefónicamente. Se anunciaron nuevos negocios en el área petrolera, incluyendo la construcción de una refinería, la creación de un banco binacional, la producción de aluminio, la construcción de centrales hidroeléctricas, la instalación de la planta de fusiles Kalashnikov y la posibilidad de construir camiones Kamaz, así como líneas de ferrocarril y metro. Todo esto sin olvidar las compras de aviones, helicópteros, fusiles, defensa antiaérea y submarinos, que alcanzan US$ 5 millardos y que se estima próximamente puedan llegar a US$30 millardos.
La balanza comercial con Rusia alcanzará los US$ mil millones este año.
Más allá de esto, el vicepresidente ofreció a Venezuela como «puerta de entrada en América Latina», gracias a sus lazos con países «aliados» como Bolivia, Ecuador, Argentina, Uruguay, Nicaragua y Cuba.
Esta misma oferta ya la hemos oído cuando ha sido hecha a China y a Irán quienes no la han desaprovechado.
En el caso iraní, bajo el patrocinio de Chávez, Ahmadinejad viajó a la toma de posesión de Ortega y Correa, y Teherán confirmó su intención de crear cinco nuevas embajadas en la región.
Por otra parte, entre los más de cien acuerdos de cooperación con Venezuela por un monto de superior a US $ 17 millardos, se incluye un Fondo de Desarrollo por US $ 2 millardos, orientado a la región como «mecanismo para liberarse del yugo imperialista».
El establecimiento y desarrollo de relaciones internacionales con todos los países posibles es loable, en especial en un mundo globalizado. Lo censurable es que la revolución bolivariana está, promoviendo y financiando la penetración y fortalecimiento en nuestra propia área de influencia de estos y otros países miembros del Club de los Totalitarios – China, Vietnam, Siria, Zimbabwe, Cuba, etc.- con la justificación de la lucha contra el imperialismo norteamericano, obviando la pregunta clave en las relaciones internacionales, ¿ qué gana Venezuela y a qué costo?.
Si sólo son apoyos para la propagación y consolidación de la revolución innegablemente el costo es muy alto: los intereses soberanos de la Nación.
Estados Unidos ha venido perdiendo terreno, desatendido zonas de influencia y dejando espacios que agresivamente son llenados por actores internacionales que le adversan, quienes en este caso han obteniendo un mejor posicionamiento en la región a costa nuestra, sin beneficios reales para Venezuela.
La necesaria búsqueda de un mundo multipolar, no debe hacerse ha toda costa, aliándonos con gobiernos totalitarios, facilitándoles su penetración en nuestra área de influencia y entregándoles nuestras riquezas a cambio de apoyos políticos; por el contrario nuestro esfuerzo debería concentrarse en facilitar la inserción de nuestro país en la globalización desde una posición competitiva.
Lamentablemente ésto no se está haciendo.