por Susana Seleme Antelo *
La indignación es un estado de ánimo social que recorre el mundo. Es un estado de malestar de todos contra los poderosos que gobiernan sin tomar en cuenta a sus gobernados. La indignación va como un fantasma de carne y hueso contra regímenes más o menos democráticos por su grosero autoritarismo, algunos autocráticos sin concesiones, y muchos atiborrados de corrupción, con poca o nula atención a problemas acuciantes en los países donde la indignación tienen lugar. Más de uno se declara de izquierda y socialistas, y piensan que “el dinero es tan asqueroso que hay ganarlo cuanto antes”[1] sin importar la forma.
La indignación recorre el mundo con las voces de los que no tienen voz en la definición de políticas publicas, pues las inversiones y el gasto los deciden sólo algunos iluminados entre cuatro paredes, mientras la transparencia y la rendición de cuentas están ausentes de la agenda política. La indignación irrumpe contra la corrupción y sus actores: el que corrompe, corruptor activo, y el que se deja corromper, corruptor pasivo, siempre a cambio de dinero, dádiva o promesa de algo más.
Indignación hubo en el mundo islámico, no solo árabe, pues Irán y Turquía no lo son, pero sí Túnez y Egipto. Se dio en Islandia, España, Venezuela, Argentina, Chile, Bolivia y ahora Brasil, con agenda propia en cada país, pero con una fuerza expansiva de contaminación mutua, globalizada, conectada en las redes sociales y medios de comunicación, hasta convertirse en patrimonio de la humanidad, apunta Esther Vivas. Es un patrimonio tangible, masivo, multitudinario, horizontal, que nace como una iniciativa de acción ciudadana y supera con creces las convocatorias de cualesquiera de los partidos políticos en sus respectivos países.
La indignación es ese sentimiento social contra una realidad no es deseada, por eso se indignan sociedades de las más diversa geografía, por indicios de gestiones deshonestas sin control democrático. La indignación surge de la base social culta y educada citadina, y también de proletarios y sectores que salieron de la pobreza, pasaron a formar parte de una nueva clase media, más bien precaria, pero empezaron a gozar de algunas bondades del bienestar social y hoy tienen pocas expectativas de mejorar su calidad de vida. Por eso explota, ocupa las calles y toman el espacio público para expresar el rechazo a la clase política que las más de la veces deja pasar las prácticas corruptas y da la espalda a la gente.
Brasil, o país mas grande do mundo…
En el caso de Brasil, la séptima potencia del mundo occidental, la indignación destapa otras aristas: es el país con mayor brecha de desigualdad social, pese a amplios programas de inclusión social. Su indignación hecha protesta multitudinaria llama la atención mundial pues el incremento de 20 centavos en el transporte público, que logran eliminar, pone el dedo en la llaga sobre los costes del transporte público y su impacto en las capas que más lo usan: los pobres. Desnudó que ese servicio no debería estar sometido a los intereses de empresas privadas, siempre movidas por el lucro, en Brasil y en todos partes del mundo.
Con el paso de los días, la protesta indignada pasó a exigencias frente a la deficiente cobertura en salud, educación y servicios básicos. Siendo un país de masiva afición futbolera, se rebela contra los gastos millonarios que gasta el gobierno en la preparación, remodelación y construcción de estadios para la Copa Mundial de Futbol 2014 y la actual Copa Confederaciones, en lugar de que gran parte de esos recursos van a cubrir las necesidades vitales mencionadas, y sin las previas consultas a los interesados, la mayoría social.
Según Carlos Alberto Montaner, la sociedad brasilera “que solo sale a las calles en multitudes durante carnaval, hoy lo hace fatigada por la corrupción, la impunidad, la intrincada burocracia y la mala gestión de gobierno. En Brasil se pagan impuestos de primer mundo, pero se reciben servicios de tercero”.
La indignación de miles pone en entredicho el gobierno de Dilma Roussef, más democrático que muchos, pues respetó la independencia del Poder Judicial para ‘no dejar pasar’ a los implicados en actos de corrupción en el gobierno de su antecesor, Lula da Silva. A todos ellos es cayó el peso de la ley y hoy están la cárcel por el “menselao”, pago mensual ilegal a los congresistas de oposición para aprobar leyes, además de otros indicios de corrupción.
¿Cuál será el destino de la indignación brasilera, con los llamados de la presidenta de los indignados para dialogar? La interrogante está abierta, pero demuestra una perspicacia y sentido políticos que no la tienen muchos gobernantes. Como en Argentina, donde los “cacerolazos” contra el gobierno de Cristina Fernández, que apuntan entre otros factores a las persistentes denuncias de corrupción que recaen sobre su persona y su difunto esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, son respondidos con insultos.
Para el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, más afín a Lula da Silva que a Dilma Rouseff, Brasil le estará demostrando al mundo que sólo vale la pena pagar el precio del progreso profundizando la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo las diferencias culturales y políticas de aquellos para los que el progreso sin dignidad es retroceso.
¿Y en Bolivia?
Siendo el Poder Judicial apéndice del Ejecutivo, está bien lejos del ejemplo del Brasil de Dilma Rouseff y más cercano a la Argentina de Cristina de Kirchner, ante las denuncias de corrupción en los proyectos “Evo cumple” que hace Samuel Doria Medina. Aquí, amén de los insultos y diatribas, ni el presidente ni sus funcionarios públicos aclarar nada de los casi 500 millones de dólares gastados en el programa de marras. la administración de justicia anuncia que el investigado será el denunciante, Doria Medina.
“No solamente del Bolivia cambia, Evo cumple, sino que hay varios contratos y obras, la corrupción está en todas las obras, en todas la obras hay corrupción en todo el país, como nosotros somos senadores nacionales nos hacen llegar de diferentes partes, tanto de mi departamento, pero no prácticamente del Bolivia cambia, Evo cumple, tal vez sean algunos”. (Panamericana)
El mundo al revés: ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Seguimos indignados.
Brasil,. Con un mismo partido político en el gobierno hace más de 10 años y comprobados casos de corrupción en los dos gobiernos anteriores del ex presidente ‘Lula’ Da Silva, -el famoso “menselao” o pago mensual a los congresistas para aprobar leyes-
ElDía ¿Cree que esta situación pueda contagiar a otros países como Venezuela, Argentina o Chile, como sucedió en el mundo islámico?
SS: La naturaleza de las protestas cambia según cada país, pero es evidente que el fantasma de la protesta y la indignación seguirá latente, en tanto los gobiernos no se den cuenta que el ejercicio de la política debe ser inclusivo, transparente, abierto, sobre todo a la juventud y a otros sectores que se incorporan al mundo político en el momento en que emiten su voto, y no encuentran respuestas a sus necesidades básicas. Seguirán latentes si los políticos no rinden cuentas de los gastos de la gestión publica y la forma en cómo deciden las prioridades de la inversión, sin consultar a la sociedad ni a los interesados.
Las actuales protestas en el Brasil son similares a Se dieron en Chile, donde los estudiantes exigen cambios radicales en los costes del sistema educativo. Las hubo en Venezuela por las denuncias de fraude en las elecciones y por la crisis económica sin precedentes.
muy conflictivo por la escasa cultura política, tanto de los partidos del sistema, como de la sociedad y por la deficiente cobertura en servicios básicos, la falta de ítems en salud y educación, amén de caminos y transporte público. Este fantasma seguirá vivito y coleando aquí en todo el mundo, si los partidos políticos y los políticos no recuperan la confianza de la sociedad y sus instituciones. Aun falta que explote la indignación por el programa “Evo cumple”, monumento a la corrupción y a falta de transparencia.
[1]Frase que el escritor Jorge Vopli, hace decir a dos de su personajes en su libro “No será la tierra”. Alfaguara. México,DF.2006.p.194.
* periodista, politóloga, diplomada en Políticas de Género en Alemania y España.