Tres décadas del colapso de la URSS y deterioro de la democracia en Amèrica Latina

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Las  reales amenazas del neocomunismo en America Latina y las debilidades de la institucionalidad democrática regional representan un reto a los operadores políticos sensatos, a las instituciones de la sociedad civil y en general a la sociedad democrática…

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Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada.” Edmund Burque 

 

José Ignacio Moreno Leon

En este año que culmina, específicamente el 21 de diciembre,  se cumplieron 30 años del colapso de la Unión Soviética y de su fracasado régimen comunista. En esa histórica fecha Mijail Gorbachov anunciaba con su renuncia como presidente de la Unión de Republicas Socialistas  Sovieticas (URSS) la desintegracion de la Unión Soviética y el fin del socialismo real, señalando el fracaso absoluto del comunismo porque la sociedad sovietica estaba -según sus propias palabras- asfixiada por las tenazas de un sistema burocrático y autoritario que había colocada a la Unión  en una realidad bastante peor que los países desarrollados, por lo que todo tenía que cambiar radicalmente. Fue un evento  que no se generó como producto de una revuelta popular o por hechos de fuerza sino por el colapso del sistema producto de la  ineficiencia, la burocracia estatista y corrupta y el autoritarismo, todo lo cual condujo a crasos errores de planificación y aumento exagerado del gasto militar, lo que produjo la ruina absoluta de esa economía y notables casos de corrupción a nivel de altos dirigentes del sistema.

Se desintegró así rápida e inesperadamente  un vasto estado poderoso  que llegó a ocupar un 6º del territorio del planeta, integrado por 15 republicas  que se originó a raíz de la revolución rusa de 1917, y  llegó a desempeñar un papel fundamental en la historia de siglo XX y en tiempos de la Guerra Fría.

Pero la referencia a ese dramático desempeño del socialismo real sería incompleta si omitimos las consecuencias que en términos de vidas humanas se generaron durante ese régimen totalitario, calificado por estudiosos del mismo como el más sanguinario del siglo XX, señalando que durante el mismo y hasta 1987 las autoridades acabaron con la vida de 62 millones de personas -40 millones  de los internados en los campos de concentración o gulags-, sin contar con las víctimas de la guerra civil y de la Segunda Guerra Mundial. En otros importantes estudios se refiere que las víctimas a nivel mundial en los países que han estado sometidos a ese régimen comunista, incluyendo China, Corea del Norte, Camboya, Rumania y Cuba superan los 110 millones en tiempos de paz.

El impacto de la extinción del sistema comunista sovietico generó entre sus seguidores en America Latina una nueva estrategia para tratar de revivir el socialismo real, a pesar de su histórico fracaso en todos los países en donde se ha aplicado. Surgió así en las últimas tres décadas una nueva versión comunista con la etiqueta del Socialismo de Siglo XXI y el apoyo estratégico del Foro de Sao Paulo y el más reciente Grupo de Puebla como foro político y académico de la izquierda latinoamericana, ambos empeñados en la desestabilización de las democracias de la región para impulsar una nueva corriente igualmente estatista y totalitaria,  fundamentada en las ideas -entre otros- del comunista italiano Antonio Gramsci, quien proponía que para asegurar la revolución había que dominar el Estado penetrandolo por vía de los intelectuales, mediante el fomento de una educación dirigida hacia la cultura revolucionaria, impulsando la penetracion ideológica atraves del sistema educativo en todos sus niveles, de los medios de comunicación, centros culturales y demás escenarios donde se debatan las ideas, hasta producir el deterioro de la sociedad política y de la democracia a fin de lograr finalmente el Estado populista totalitario. No hay dudas que esta nueva estrategia comunista ha tenido un éxito parcial en America Latina, a pesar de sus pésimos logros de gobierno, salpicados de abierta violacion de derecho humanos, corrupción y destrucción de las economías y de las instituciones de la democracia.

Frente a esas nuevas amenazas y a la acelerada transformación digital, como característica de la sociedad de la información y del conocimiento, la democracia latinoamericana luce rezagada y ausente de verdaderos liderazgos, por lo que se impone avanzar hacia una genuina democracia liberal en la que la libertad y los principios democráticos se conviertan, mediante una profunda renovación del sistema educativo, en la norma de conducta ciudadana. Esa luce como la respuesta oportuna y adecuada a las amenazas Gramscianas del neocomunismo.

Pero igualmente se hace necesario entender que en gran medida el desprestigio de los gobiernos democráticos latinoamericanos se vincula al  mal desempeño de los mismos y su ineficacia para producir resultados satisfactorios para todos, ello unido a escandalosos casos de corrupción, todo lo cual profundiza la inequidad que caracteriza a la región y es caldo de cultivo del populismo neocomunista. Por ello debe impulsarse igualmente la educación como promotora del desarrollo humano sustentable, entendiendo que sin desarrollo con justicia social peligra la libertad y la democracia. Todo ello obliga a promover un sistema de educación en valores y principios democráticos como empeño supremo de las instituciones educativas, en todos sus niveles, para contrarrestar los anti valores del totalitarismo. En este empeño las universidades deben cumplir un papel protagónico,  pero también deben asumir este objetivo, como compromiso ético, los medios de comunicación social, las Iglesias, las organizaciones empresariales y laborales  y demás organizaciones relevantes de la sociedad civil que deben emponderarse con la promoción del capital social.

Las  reales amenazas del neocomunismo en America Latina y las debilidades de la institucionalidad democrática regional representan un reto a los operadores políticos sensatos, a las instituciones de la sociedad civil y en general a la sociedad democrática para adoptar seriamente y sin posturas timoratas la defensa y promoción de la libertad y la democracia,  descartando a los mercachifles de la política y a quienes renunciando a la ética actúan como quinta columnas del populismo totalitario y en función de viles intereses. Recordar con Edmund Burque que “Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada.”

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